-¿Estuviste saliendo
con alguien?
Ella se dio vuelta y lo miró directamente a los
ojos, le daba más vergüenza que lo mirara así antes que estar los dos desnudos
en la misma cama. De repente se le ocurrió que los ojos marrones casi negros
eran más interesantes que cualquier celeste o verde que pudiera llegar a
conocer. Era una oscuridad penetrante, una pared imposible de romper. La
pregunta le había salido casi sin pensarla, era curiosidad más que nada, no
porque le interesara. A veces le gustaba imaginarse que estaba sólo con él, y
quizás fuese cierto. No sabía para qué, no tenía sentido, el egoísmo del hijo
único diría ella. Y ella respondió también, casi sin pensar, dejando la pausa
justa como para que él dudara, pero no demasiado, como para que le creyera
después. Igual, era probable que no le importara si dudara o no, no a esas
alturas.
-No.
-¿Por qué?
-No se.
Se le acercó más y le empezó a hacer formas en la cara con el dedo
índice, como hacía cuando se aburría.
-¿No conociste a nadie interesante? No me mientas.
-¿Por qué iba a mentir?
Y se le ocurrió explicarlo en un tipo de lenguaje que él pudiera
comprender, o por lo menos intentar.
-Es como... como que antes de salir con alguien me imagino en mi casa,
mirando una serie o una película, y si siento que me voy a divertir más
haciendo eso, le digo que estoy ocupada.
-Eso habla muy mal de los que te rodean.
-O muy bien de las series que estoy viendo...
Se empezó a reír de su propio chiste y no pudo hacer otra cosa que
seguirla, así, con la habitación apenas
iluminada y el ventilador sobre sus cabezas, hablar era lo que peor le salía,
por ahí si se limitara a coger o a reír podría salir de esas situaciones
incómodas en las que él mismo se metía. Dejó de mirarla por las dudas, y se
puso boca arriba.
-Igual viste lo que dicen, cuando estás solo no hay nadie y cuando te
juntás con alguien de repente todo el mundo anda atrás tuyo.
-Ley de Murphy.
-Ley de Murphy... ¿Cuánto tiempo te vas?
-Unos diez días más o menos, hasta que alguno se quede sin guita supongo.
Se rascó la cabeza y la miró, ella nunca le había sacado la mirada de
encima.
-Igual bancame, no te enamorés, a ver si me voy diez días y cuando
vuelvo ya estás en otra y no querés venir más.
-No prometo nada, esto de ser tan linda es complicado.
Y ahí fue él el que se acercó, le olió el pelo y le empezó a dar besos
en el cuello. No era tan linda, pero tenía esa facilidad extraña de ser el centro
de atención en todos lados, casi sin intentarlo, o por ahí era todo una trampa
y la naturalidad con la que sabía hacer amigos había sido practicada por años
antes de conocerlo.
-No tengo muchas ganas de... estar con alguien y que después me diga que
no me quiere o decirle que no lo quiero. Siento que no tengo energía para eso.
Lo dijo a oscuras, no le vio la expresión de la cara ni necesitó mirarle
los ojos, le dieron ganas de abrazarla y decirle que la quería, pero estaría
mintiendo. Y la única regla era no mentir. A ella no le importaba ser su fija, casi como
a él no le importaba que ella le mandara un mensaje cada tanto, cuando tenía
ganas de verlo. Era un acuerdo tácito. Pero mañanas/tardes/noches como esas,
con la pieza apenas iluminada y el ventilador sobre sus cabezas, disfrutaba
pensando que ella estaba sólo con él, y él sólo con ella.