Martes 14 de Enero y ella no paró un segundo. Sólo recuerda haberse
tomado un día, esos en los que es pecado no estar tirado boca arriba
pensando en la nada misma. Fue un día raro para ser Enero, había refrescado un
poco y la ciudad saludaba entre aliviada
(algunos) y tristes (otros) un día lluvioso (el único) del mes del sol. La
lluvia la despertó, corrió a sacarle unas fotos a la llovizna que se transformó
en chaparrón y se puso triste cuando dejó de llover. Necesitaba como excusa esa
lluvia para seguir tirada. Escribe y se pone a pensar, es medio patético
necesitar una excusa para estar tirada. Intenta recordar pero no sabe desde cuándo
tiene la manía de correr, manía, necesidad o impulso. Es como que siempre está
corriendo pero no llega, se cansa, baja la velocidad. Hasta que llueve, recarga
energías y vuelve a correr. A ese ritmo no va a llegar a los 30, lo sabe.
La carrera no es siempre física, el que la ve ahora podría decir que
sólo está sentada escribiendo, con el escritorio sucio y la cama sin hacer.
Pero está corriendo más que nunca (eso
no lo dice ella, lo dicen las pastillas antináuseas que se tuvo que comprar).
Hoy se queda dormida, agarra la ropa que encuentra. Se baña con agua fría pero no se despierta.
Hay un par de zapatillas limpias o unas
chatitas, siente que es mucho trabajo atarse los cordones, así que mete el pie
en los zapatos más viejos del mundo y se toma un bondi.
La Rocío Rubia llega pintada y bien vestida como siempre, ojalá tuviera
esas ganas de estar presentable todos los días como su amiga. Se ponen a hablar
de las cosas que ellas hablan y cuando vuelve a mirar el reloj pasaron cuatro
horas. Se ríe para adentro y piensa que eso es casi tan relajante como un día
de lluvia tirada en la cama. Su tocaya le confiesa que los nervios a ella la
atacan diferente, y de repente la morocha se pregunta por qué si su cabeza sabe
que un tropezón no es caída, su cerebro le manda ganas de vomitar cada vez que
está nerviosa.
-A mí me pasó lo mismo, estresa. Este verano me propuse no anotarme en
ningún ingreso, en ninguna materia. Voy a relajarme, lo único que voy a hacer
es ver películas.
La morocha piensa que es bastante inteligente la elección, y se
arrepiente un poco de haberse anotado en esa especie de Popstars para formar un
grupo selecto al estilo Bandana. Su chiste personal es pensarse a sí misma como
esas adolescentes con carteles con números de inscripción en el pecho y
haciendo fila para mostrar lo que saben hacer adelante del jurado. Ni siquiera
sabe si va a llegar a estar adelante del jurado, nervios, pastillas, naúseas y
mucho embole mirando París, Texas. Lo
bien que le haría en este momento ver algún episodio de HYMYM, lástima que ya
se los morfó todos.
Trata de que la chispa de La Rubia le entre un poco por los poros porque
mira al cielo y no se ven nubes de tormenta cerca, imagina que ya es lunes al
mediodía y tiene los pies en la arena. La Rubia le prestó un libro, casi como
supiera que durante los últimos días se estaba preguntando qué leer en la
playa. No sabe nadar, y le da pánico meterse muy adentro (qué no le da miedo es
la pregunta este verano), pero aún así, el mar le hace todavía mejor que la
lluvia. No es nada contradictorio que lo que nos hace tan bien nos de miedo ¿No?
No hay comentarios:
Publicar un comentario