-Así que eso, se escapó.
Dijo él, con la voz
apagada mientras cortaba pedazos de queso. La miró de reojo por un segundo y le
dio la espalda para terminar de poner el cremoso sobre la pizza. Seguía en la
misma posición que unos minutos atrás, apoyada sobre la pared. Tenía esa remera
escotada que le quedaba tan bien, el jean, las zapatillas y el pelo escondido
en un rodete mal hecho. Ya iba por el tercer vaso de cerveza y no tenía pinta
de que se le hubiese subido ni un poco todavía.
-Pobre, ¿La extrañas?
De repente la tenía
abrazada a su espalda. No supo en qué momento se había acercado pero no
importaba, esas sorpresas siempre eran bienvenidas.
-Sí, bastante.
Suspiró y le dio un
pedazo de queso en la boca. Se corrió para poner la pizzera al horno.
-Igual era posible que
pasara, la encontraste en la calle y era grande ya, era callejera.
-Sí, era probable que
quisiera volver.
-Una gata hermosa.
Se le pegó al cuello y
lo empezó a acariciar con la nariz, después con los labios y terminó con la
lengua cerca de su oreja. Tenía esa capacidad de hacer que algo tierno se
volviera erótico y viceversa.
-Voy a cambiar la
música, me cansé un poco.
Despegaba el abrazo y
era una pequeña magia que se rompía. No recordaba en qué momento se había
puesto tan pelotudo. La vio irse al comedor, miró el reloj y se rascó la nuca
suavemente. Tenerla ahí los viernes era un ritual que se repetía hace meses y
todavía no se cansaba, y tenía ese sentimiento peligroso de que no iba a
cansarse tampoco. Podía llover, cambiar los jeans por una calza y una
musculosa, soltarse el pelo, venir pintada, sin pintar, con ojeras o estar de
muy buen humor y traerse el vestido floreado, pero siempre estaba ahí, apoyada
en la pared con esos ojos marrones casi negros mirando hacia la ventana y
robándole el queso.
Para cuando volvió,
tenía una de esas sonrisas contagiosas que le surgían de la nada.
-¿De qué te acordaste?
-Nada, fuimos al cine
con las chicas. Arreglamos para juntarnos 40 minutos antes de que empezara la
peli así no llegábamos tarde.
-Llegaron tarde igual.
-Sí, Luciana casi se
pone a llorar, nos odió. Tuvimos que ir a otro cine porque esa era la última
función.
-¿Estuvo buena?
-Pensé que me iba a
reír más, pero estuvo linda.
-Tenemos que ir al
cine.
-Tenemos que ir, posta.
Desde el invierno que no vamos.
-Che, ¿Y tu amiga? ¿La
que se puso de novia?
-Bien, ahí anda, hace
tiempo no hablamos, con la facu y el laburo se complica.
-¿Te acordás que cuando
te conocí venías de salir con ese flaco que quería tener novia?
-JAJA sí.
-Lo primero que me
dijiste fue “no quiero nada serio”.
-JAJAJAJ sí, estaba re
trastornada.
-Te encontré como a
Maia, asustada en una esquina.
-¿Me comparás con tu
gata? ¡A ella le faltaba un ojo! ¡Venía de pelearse con medio barrio!
-JAJAJA se llevaba bien
con vos.
-Obvio, si soy genial.
-Muy.
Le acomodó el pelo
detrás de la oreja y empezó a besarle la cara. Olía su perfume, era el mismo
que a veces sentía en las sábanas cuando se quedaba solo. La miró y lo que a
veces le parecía tan transparente se transformó en una nebulosa. Después de
poco tiempo la conocía mejor que a muchas personas, sabía que no tenía una
máscara y que lo que pensaba se escapa de su boca más de lo que ella quería.
Pero también sabía que ese era un lujo que ella sólo se permitía estando ahí, a
salvo de personas indiscretas, y que era algo que se lo había ganado después de
un tiempo. Como si saber lo que pasaba por su cabeza era un premio que había
alcanzado después de varios niveles desbloqueados, quién sabe con qué gesto o
frase.
Pero lo que realmente
quería saber, le daba un poco de miedo averiguar. Si preguntaba iba a tener la
verdad, cruel, sincera y directa, como esas verdades simples que dicen los
chicos cuando parece que no entienden nada pero entienden todo.
-¿Seguís pensando lo
mismo?
Ella tenía los ojos
cerrados todavía, y seguía entrelazada, sin soltarlo.
-¿Sobre qué?
-Sobre eso, las
parejas.
Se despertó como de un
sueño, abrió los ojos y lentamente se fue apartando. El lenguaje corporal
hablaba más rápido que cualquier lengua, y ella aprovechó para soltarse el pelo
y peinarse mejor.
-¿De qué hablás?
-Nada eso, ¿Qué pensás?
Vio una especie de
sombra en su cara como si se estuviese acordando de algo que le molestaba y que
trataba de disimular.
-Mis viejos se aman y
se destruyen todos los días, las personas que conozco y están en pareja se
cancelan como dos pilas que las ponés del mismo lado, no sé.
-El amor son dos pilas
que se cancelan, es una buena frase.
Sonrió y el aire se
hizo un poco menos pesado.
-No sé, al principio
está re bueno que seas independiente y labures, que salgas bien vestida y
tengas muchos amigos y 7 meses después sos la forra egoísta que no tiene tiempo,
que cuando sale con amigas se viste como puta y cuando sale con el novio se
pone jeans y zapatillas. Lo que aman al principio se esfuerzan por cambiarlo
después. Siempre es así.
Intentó que la frase
final no cayera como un baldazo de agua fría, como un cross fulminante, se
imaginaba que no hablaba de nadie en específico, y por eso tampoco de él mismo.
-Voy a buscar mi vaso.
Intentó pero no pudo,
el balde lo mojó igual, el cross le dolió y lo dejó parado en el mismo lugar,
atornillado al piso. La vio alejarse nuevamente hacia el comedor, y disfrutó de
quedarse un momento a solas en la cocina, al lado del queso que se derretía en
el horno. Se mordió la lengua y escondió todo lo que tenía ganas de decir hace
ya tiempo, esa semana ya se le había escapado alguien que quería mucho, no
estaba listo para perder otra vez.