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miércoles, 16 de octubre de 2013

Octubre es un poquito así (Los intocables)

Todos se pusieron más estrictos y  no se puede tener ni una bolsa de galletitas cerradas arriba del escritorio, hay que esconder las Don Satur adentro de la cartera, y pasarlas de box en box como si fuera merca. Después de 3 meses de promesas nos llegó el vaso térmico que no es térmico, es de plástico y huele a PVC o a zapatilla mal hecha. Si oliera como un álbum de figuritas sí lo usaría, pero todos sabemos que hay grados de pegamento que un ser humano que no quiera drogarse (de esa forma) tiene que respetar. No sé si ventilándolo lo suficiente pueda ser utilizable en algún momento o si le pongo agua y me la tomo voy a tener ojos verdes como quería cuando era chica.
El vaso tiene el logo de la empresa y según no se quién eso refuerza nuestra identidad. Cada pelotudez anda escrita por el mundo. Es como la idea del uniforme en un secundario:
-Ahí van las chetas del Victoria Ocampo.
-Ahí van las trolitas del Loreto.
-Ahí van esas negras del Inmaculada.

Por supuesto que refuerzan la identidad, delimitan y estereotipan, uniformes, marcas y vasos plásticos con nombres.
-Ahí van esos giles del Call Center.
Fui una negra del Inmaculada y ahora una gila del Call Center.
Voy a mi pasillito favorito y la distingo con la mirada. Había puesto su cartera en una silla al lado de ella para guardarme el asiento, un amor de persona. Si me siento al lado suyo sabe que entre llamada y llamada, va a poder decirme “odio este trabajo” y yo me voy a reír porque todavía no me parece tan malo, pero es probable que en algún momento sí. Esas cosas llegan.
-Y no Marcos, si no tenés saldo no vas a poder usar el servicio, tenés que recargar con una tarjeta o mediante carga virtual.
Me mira abriendo mucho los ojos, mutea la llamada y me dice:
-Ah no pero este es un pelotudo…
-Claro, tenés que tener en cuenta Marcos que recién se te recarga el crédito en diez días…

Y volvía a ser falsamente dulce.
Apoyo mi carpeta al lado del monitor y lentamente empiezo a adornar el box que por 6 horas va a ser como el escritorio de mi pieza,  la cartera en una esquina, los apuntes del curso de capacitación de la empresa (que no me sirven para nada pero después de 3 meses los sigo cargando por ninguna razón), el celular escondido debajo de un pañuelo, el estuche con los lentes y si es fin de semana (cuando la cantidad de llamadas te deja un margen de 2 minutos entre cliente y cliente) algún libro, apunte o revista. Este maldito sistema capitalista te hace querer aprovechar cada segundo, el tiempo es dinero y esas cosas que te dicen en la facu. Sociales te abre la cabeza, todos tenemos un antes y un después de Marx, la escuela de Frankfurt, Peirce (incluída la canción de se pronuncia Pers), Verón (en su etapa académiconotanpelotudachupamediasdeclarín) y el corto de taller 2. Bueno, quizás el último es un poco más personal.
Me siento  y me doy cuenta que estoy en la silla fea, esa que está medio rota y no se puede bajar. Con la rapidez de una vieja que encuentra asiento vacío en el bondi, miro dónde hay una silla copada y la intercambio. Listo, ya me puedo loguear tranquila.
-¿Dónde está More? Hace bocha que no la veo.
-Está de licencia por las cervicales, no se podía ni mover.

El cuco del call center son los dolores de cabeza y de espalda, y yo ya tengo los dos. Miedo, miedo, miedo. No quiero ser una vieja con joroba ni una adicta al diclofenac, mi cuerpo es tan genial que se termina acostumbrando a las drogas, como ese año que estaba totalmente inmunizada a la cafiaspirina plus. Pude comprobar que es verdad eso de que las células de todo el cuerpo se van renovando cada dos años, de repente mi cuerpo absorvía las aspirinas como flynn paff y tuve que dejar de tomarlas, sufriendo las migrañas entre cuatro paredes. Como una especie de alcohólica que después de dos años se olvida del sabor de un whisky, cuando retomé, el efecto volvió a ser magia en dos gramos. Ahora sospecho que me está pasando lo mismo con el actron. En el fondo somos un poquito como las cucarachas, comemos basura y nos acostumbramos al raid. Cada vez somos más fuertes y tienen que crear nuevas fórmulas para matarnos, o por ahí es un pequeño truco de mercado y lo único que cambian es el pacaching.
- ¿Algún niño o niña que se quiera anotar para el feriado?
Ofrecen más horas de trabajo como si fueran caramelos, y los niños en mi pasillo las agarran como si estuvieran debajo de una piñata ¿Qué moviliza a una persona a ir a trabajar un feriado tan soleado, tan lindo, tan feriado? Marx está levantando la mano a mi pregunta pero no lo voy a dejar contestar. Me anoté sin dudar, y después estuve 3 días arrepintiéndome. Cuando llegué era un cementerio de sillas y computadoras apagadas. El call center prácticamente desierto, un par de giles estábamos en la guardia. Aunque yo me resisto a llamarle así. Guardia hacen los médicos que salvan vidas, nosotros atendemos llamados de gente que no sabe su número de teléfono y en vez de probar llamando a otra persona, primero nos llaman a nosotros.
Me acuerdo de una entrevista laboral que tuve a principio de año donde me habían dicho “todos tenemos un precio”. Me causó mucha repulsión en su momento.
-El mañanero lo tenés que hacer, te levantás un segundo, te cepillás los dientes y la despertás.
-No boludo, yo a la mañana estoy re dormido.
-Pero le dicen mañanero porque te cambia la mañana boludo.

Para no escuchar entre llamada y llamada cosas como esas de gente que no conozco (si los conociera sería más interesante) sigo de largo y busco mi pasillo, ahí están todos los niños que esperan a fin de mes sus caramelos.
-Tengo un problema, ¿Tengo dos equipos, viste? Antes tenía uno, y ahora me compré otro. Bueno, quiero pasar mis contactos de un equipo a otro, ¿Cómo hago?
Me es-tás jo-diendo. 17 grados afuera, un sol de la puta madre, un feriado que nos regaló Colón mientras le robaba oro a los nativos,  y vos llamás a atención al cliente porque no sabés como pasar tu agenda de un celular a otro. En el pasillo una de las niñas está a los gritos:
-Si no me tratás con respeto voy a cortar la llamada.
Uff, mejor sigo con el nabo que me tocó, es preferible eso antes del loquito de “no entiendo la factura” ¿Nabo le dije? Uhh, me están contagiando. Ya están todos de mal humor, se dieron cuenta que el día hermoso se está yendo y ellos siguen acá adentro. En la ventana se ve algo que quizás sea un pedazo de cielo, oscuro bien oscuro.
-Gracias por llamar, hasta luego.
-Hasta luego.
-Uf, cómo me calentó la voz de esta  mina.

La gente se piensa que cuando separan el celular de la oreja automáticamente dejamos de escucharlos, se escucha todo señores, hasta que cortan.
-Mirá, yo me separé y estoy en medio de un tema legal con mi ex marido, pero tengo la clave de su cuenta, ¿Habría alguna manera de ver las llamadas que estuvo haciendo este mes?
Son un caldo de cultivo de historias, y yo una especie de espía. Si lo pienso, no son sólo un par de metáforas de alguien que le hubiese gustado quedarse en su casa tomando mate. Soy una informante de comentarios y momentos poco agradables, estúpidos, miserias y alegrías humanas. La llamada telefónica te da ese grado de anonimidad que a veces es bien aprovechada.
Ficho, abro la puerta de emergencia y empiezo a bajar los dos pisos hacia el aire fresco. Empujo la puerta de vidrio y salgo, es la tercera vez en esta semana que cortan la luz de la calle. No me da miedo, a una cuadra y media están las luces de la 9 de Julio. Avanzo entre penumbras, conociéndome los baches de la vereda de memoria, y de repente estoy en otra ciudad, en la época de la ley seca, peinada y vestida como lo estaría una espía mujer, en caso de que haya existido alguna en aquellos tiempos.
No hay nadie en la calle más que yo, ni siquiera perros o gatos que puedan acusarme, entro al callejón y saco mi petaca. Estoy a punto de darme un respiro cuando me sorprende Gordon.
-Sabía que te iba a encontrar por acá.
-Es mía, devolvémela.
-Dame un traguito…
-¿Tenés barriles en un depósito y a mí me querés andar robando una petaca? Sos un tacaño.
-Uff, te venía a hablar de algo, tengo algo bueno hoy a la noche, me dijeron que disparás bien.
-¿Querés que te muestre?
-No, linda, hoy a la noche, donde siempre, se viene algo grande. Smith dice que hay un espía, esta noche lo hacemos caer.
-¿Un espía? ¿Quién se va animar? Si le vendemos al alcalde…
-Mina tenías que ser, ¿No podés hablar un poco más bajo? Eso no se dice por la calle estúpida… lo que pasa es que desde que llegó Elliot Ness se está complicando todo.
-Es un hombre, todos los hombres tienen precio.
-No, este no. Hoy a la noche donde siempre… sabemos que trabaja con un colorado, el mudo sabe dónde encontrarlo.
-¿Vamos a darle un susto?
-No, ya perdimos mucha guita, esta noche terminamos con el colorado. Va a haber un regalito para vos…
-Algo más que una petaca espero…
-Jaja, si, el colorado trabaja con una pelirroja, se que a vos te gusta pelearte con minitas.
-No, a vos te gusta cuando me peleo con minitas.
-Me calientan esas cosas, como tu voz ponele. Va a estar fácil, en la entrada siempre está el larguirucho con pantalones ajustados, y a veces se queda hasta tarde la recepcionista que no ve nada sin sus anteojos.
-Fácil.
-Fácil, y después podemos irnos por ahí…

Gordon me besa, piensa que me gusta el muy idiota. Salgo del callejón, lo pierdo de vista, saco mi celular y llamo a Clara.
-Avisale a Damián, decile que esta noche van a atacar la oficina, dale la noche libre a Mariana y decile a Yasmin y a Manuel que estén preparados, saben que hay una espía.


Es feriado y el bondi no viene más. Se me ocurrió una historia re bizarra  para contar.

3 comentarios:

  1. Yo llamé ochenta veces durante el feriado para decir que den de baja mi línea, que le saquen la baja a mi línea, que me manden un celular, que no me lo manden, que me dejen de baja la línea pero me expliquen si después podía sacársela, que me manden el chip, que no lo haga, que me digan si podía conseguir un celular ese mismo día en el Alto Palermo.

    Me siento malísimo ahora.

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  2. Tamiiiiii jajaja es más típico de lo que vos pensás! Graaacias antihéroe!

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