Amistad es recibir un
mensaje a las 8 de la mañana, despertarte, putear y descubrir que tenés resaca.
El mensajito dice algo que a esa hora no tiene mucho sentido, pero lo contestás
con un pedido algo ultranecesario:
-Me duele la cabeza, me llevás un
actron? Me olvidé el desodorante también ¿Me llevás el tuyo? Fue LA noche.
No mandar detalles para que se lo
imagine, para que piense lo que vos sabés que va a pensar “quehijadeputa”, y
si, cuando la ves dos horas más tarde, te dice hola, te sonríe y te pregunta
qué cosa querés primero. Te da el desodorante, después un café con medialunas,
y tercero el actron salvador. Te dice “quehijadeputa” con el mismo tono y la
misma sonrisa que te habías imaginado antes. Amistad son esos detalles, no es
el 20 de julio, la frase-palabra “mejoramiga” esas boludeces que te venden las
películas yanquis o las novelas de Cris Morena. Es algo mucho más mundano que la abstracción
de la palabra, es ese gesto de estar, compartir y entender. A mi Pepe la conocí
hace unos años, decidí ponerle ese apodo porque me gustaba la canción y me
parecía que sonaba lindo. Ella a mí me puso Pepina. Suena a esos apodos cursis
que se ponen las parejas estúpidas. ES uno de esos apodos cursis, pero no
importa, cuando querés a alguien te ponés un poquito pelotudo, ya con parejas
hay cosas que no hago, pero con las amigas no hago tantas restricciones. Como
soy una antipática somos amigas sólo por mérito de ella, porque miró para atrás
y me dijo si quería hacer grupo, y como no conseguí los apuntes les sacó copia
por mí. Yo venía de cursar un año entero en Ramos, era mi primer año en
Santiago del Estero y se me aparecía este ser de otro planeta ¿Una desconocida
que te saca unas fotocopias de buena onda? Era extraterrestre o venía de muy
lejos. Y si, Caviahue queda lejos…
Lejos es eso que sentís
cuando estás con alguien a centímetros, pero daría lo mismo que viviera a 500
km, no sentirías más cariño ni escucharías sus problemas con más atención. Es
un nivel alcanzado en distintas relaciones como amistades o noviazgos (entre
otras). Una especie de punto que marca un límite muy pocas veces admitido por
las personas que lo padecen, es justo el anterior al “no va más” y el posterior
al “no me interesa”. Es desinterés, cansancio y rutina, es necesitar un cambio.
Cambio es una decisión
brutal que nos mueve el piso, nos hace bailar muy torpemente, replantearnos
nuestras verdades y darnos cuenta que las respuestas que teníamos ahora no nos sirven mucho. Es una bombita de agua que
se estrella contra tu cara en el verano del `97, duele y refresca, pero después
de quejarte te das cuenta que ahora tenés menos
calor y que vos también podés llenar globos con agua de la canilla de la
vecina. Es mudarte de barrio, terminar el secundario, separarte de tu primer amor
y empezar a hacer lo que te hace bien, es bueno, es viento, es agua salada resbalándose
por la cara, es el aire que se respira en la montaña que subiste ese verano en
Córdoba, cuando mirabas para abajo y podías ver las nubes y arriba había
celeste y más montaña. Es crisis.
La crisis es como un
cuento que empieza por el nudo, es estar en tu primer semana de vacaciones en
la costa con amigas, gastarte toda la plata en ropa de los locales de la
peatonal y tener que empezar a tarjetear; es ver la mano escrita de Charlie que
dice “Not penny`s boat” antes de que se muera ahogado; mirar los spots de los
políticos y no saber qué hacer el año que viene en las urnas, es hora pico en
el bondi con dolor de cabeza, no saber si dejar la carrera en la que estás hace
4 años por otra que siempre quisiste y nunca te animaste, llegar a la hoja nº
638 de “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, que te digan “tenemos que
hablar”, darte cuenta que trabajás más horas de las que dormís y esa sensación
de asquito que me pasa por la mente cuando alguien me recomienda una película
rosa donde en la banda sonora canta una estrella teen yanqui, la historia principal habla del amor y la
historia secundaria habla de más amor.
Amor es cruzarse en la
vida con un chupetín de coca, es tener la figurita difícil, es Meryl Streep en
la piel de Francesca, dudando en bajarse del auto en medio de la lluvia para
escaparse con su amante y dejar Madison, es la sonrisa de mi mamá en la foto
del `90 en el Parque Domínico, donde tiene agarrada a una bebé que tira la
cabeza para un costado porque le dijeron la frase mágica “foto, Roci”. Es
llorar porque te quieren, es llorar porque no te quieren, es tener miedo y
estar seguro a la vez, es ese abrazo que te hace sentir como en casa en
cualquier lugar, es ese mensaje que te llegó y te alegró el día, es el osito,
el chocolate, el cine, el telo, la cena, el chiste y a la vez es nada de
eso. Es Jorge Drexler cantando “me haces
bien”, el sol de primavera, el olor a pasto mojado, el “esta noche cocino yo”,
el “estás linda” cuando no estás linda y los masajes en la espalda después de
una semana de parciales. Es cuando el gato refriega su cabeza contra tu pierna
después de haber querido morderte por dos horas, es la llamada de auxilio
después de que un amigo se separa, y de repente todos están reunidos, como un
ejército enlistado listo para atacar con cervezas, películas y chistes malos. Es
esa amiga cinéfila que tiene un gusto muy extraño y cuando estás triste te hace
ver “Melancolía”.
Melancolía es cantar “Wise up” en Magnolia, mientras ves a los personajes más humanos que
nunca viste desmoronarse en los quilombos de sus vidas y sentís que te la
cantan para vos, para que no te sientas tan sola. O quizás canta esa canción
para que los personajes no se sientan solos. Es llorar porque te angustian
muchas cosas que ves y que te pasan, y porque descubrís que con 23 años, en uno
de los pocos momentos que te permitís llorar es viendo una película o
escribiendo estos renglones, cuando de repente te acordás de la escena como si
la hubieses visto hace 5 minutos, se empieza a formar el horrible nudo en la
garganta, y te llenás de tristeza.
Tristeza es leerle los
ojos a una amiga, darte cuenta que está mal y que no podés modificarlo, es entender
que los duelos tienen dos capas. Podés ayudarla a maquillar la externa para que
se distraiga y se sienta acompañada, pero la más profunda tiene que hacerla
sola. Lo sabés muy bien, vos ya hiciste un par, verla es recordar lo que en
algún momento de la vida también te pasó, sentir impotencia por no poder hacer mucho
más que decirle te quiero. En inglés identifican la tristeza con el azul, para
mí es imposible que un color sea triste. Triste puede ser un mate lavado, un
nene chiquito con ropa sucia, una señora grande muy maquillada, un perro debajo
de la lluvia, tener anginas en verano y gastroenteritis en invierno, el cielo
gris, Trapito, Bambi, la muerte de Mufasa vista en el cine con 4 años o en mi
casa hace media hora. Un mal orador, una mujer que tira una botella por la
ventanilla, un hombre que tiene que pagarle a una prostituta en Once,
Constitución, La Rioja o New York. Triste
es descongelar la heladera para sacarle el exceso de hielo.
El hielo no es agua
congelada, es una persona que está a punto de convertirse en robot. Es el
camino inverso del señor de hojalata en el Mago de Oz, es la máquina de hacer
plata, es laburar por 9 horas para pagar deudas que generamos con las tarjetas
de crédito, cobrar y comprarse un celular de la mitad de nuestro sueldo para
sumarlo a la lista para pagar en el resumen, es estar conectado todo el tiempo.
Soy yo cuando viene mi mamá a sacarme conversación y estoy sentada escribiendo,
es Macri escondiendo a la gente que no tiene casa para que no los veamos más
debajo del puente, es el metal, es disparar a quemarropa, es ignorar, es estar
solo, es estar muy acompañado, son los padres que no les cuentan cuentos a sus
hijos antes de dormir, es la depresión de tu mamá, es el miedo a crecer para no
dejar de ser chico, es no hablarse más con un amigo. El hielo es una placa que
no se puede romper y da bronca, te zumban los oídos y la sangre empieza a
hervir por adentro como cuando te olvidás la leche en el fuego.
El fuego son los labios
que en el momento indicado recorren el cuello, como explorando un lugar
desconocido que conocen muy bien, es tener que apoyar el vaso para que no se
rompa y ocupar tus sentidos en un sólo lugar del cuerpo. Es la noche de verano.
Es sentir en carne propia el capítulo 7 de Rayuela, como si Cortázar estuviese
tomando nota de lo que está pasando en un departamento de Buenos Aires. Es usar
el cliché de olvidarse del tiempo y del lugar por un rato, es jurar volver
después, es que los minutos pasen muy rápido y decir laputamadre.
Laputamadre es eso que te
pasa cuando te despertás y ves una torta gigante en la mesa del comedor, al
lado de un cartel todavía más grande que dice: “para el cumpleaños de Matías,
no COMER”. Y ahí te das cuenta que después del 19 de Octubre viene el 20, y tu
hermanito está por cumplir 14 años,
estás vieja, él es un pendejo, le querés cantar el feliz cumpleaños a las 12 y
por eso tenés que cancelar tu salida al cine (perdón otra vez Sebastián, ya voy
a ir a ver tu película, te lo juro). Es eso que digo cuando estoy llegando
tarde a algún lado, cuando no alcanzo a estudiar todo, cuando falta mucho
tiempo para volver a casa, cuando se larga una tormenta y estoy sin paraguas, y
cuando tengo ganas de estar en un lugar determinado
para despertarme con resaca y que Pepe me alcance un actron .
Wise up.... de solo recordar esa secuencia de Magnolia se me llenan los ojos de lágrimas. Cuando leo muchas de las líneas que has escrito tambien. Tanas imágenes, tan claras y tristes a la vez.
ResponderEliminarAplaudo silenciosamente a un costado de la sala, mientras ud despliega su arte por el ambiente.
Me encanto.
ResponderEliminarA las imágenes tristes le agrego: un triciclo en un balcón.
Es tremenda esa escena...Gracias antihéroe.
ResponderEliminarEl triciclo en el balcón es tristísimo, me hacés acordar a Medianeras, cuando vemos un balcón y un nene en un triciclo, pedalea dos veces, se choca con las rejas, va para atrás y se vuelva a chocar con las rejas otra vez. Tristísimo. Que linda que sos Ro.