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martes, 6 de mayo de 2014

El viento rompe cosas, el tiempo también.

Y a veces no nos podemos hacer otra cosa excepto lastimarnos, entonces se caen las hojas y las barremos. Cerramos puertas y tratamos de poner todo lo roto en papeles de diario, en cajas chicas y escribimos con fibrón negro "cuidado, frágil", para que alguno si las encuentra les preste atención y si quiere abrirlas, lo haga con mucho cuidado. Son partes que no queremos tirar, pero ya no pueden estar más en esta pieza. Con todas las cosas que empezamos a hacer, nos está quedando chica, y llega un momento en que la seguimos llenando de cosas nuevas o nos quedamos rodeados de adornos viejos y rotos.
Alguien inteligente los hubiese sacado apenas se empezaban a romper solos, alguien sensible se los hubiese quedado mirando, esperando que no se rompieran todos, y yo, que para algunas cosas soy muy inteligente pero para otras demasiado sensible, no me di cuenta cuánto dolía verlos romperse hasta que el piso se llenó de porcelana, y no pude salir de la pieza sin lastimarme los pies.

Por las dudas pongo cortinas gruesas en las ventanas, no sea cosa que quieras entrar con el viento y vuelvas a desacomodar todo. Ya ordené demasiadas veces esta habitación.



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