Hay algo en no ser
correspondidos que nos provoca un placer masoquista. La eterna dicotomía entre
blanco y negro sólo deja contentos a unos pocos, que todavía se creen que el
deseo no muta, que nuestras abuelas fueron felices con un sólo hombre y que
nuestros abuelos no las cagaron jamás. El que camina un poco con los ojos
abiertos se cruza con personajes de carne y hueso, seres tridimensionales,
antihéroes que enriquecen las historias y nos despliegan un abanico de grises. Y
acá va otro personaje sin nombre, en búsqueda de su gris medio, de algo que le equilibre
la madrugada de sábado.
Hoy escribí acá
woooowww
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