-

-

domingo, 9 de febrero de 2014

Algo de antes y algo de ahora

Cuando tenía 20 años vivía en el shopping, me conocía las caras de todos los que trabajaban ahí en el turno noche durante la semana y por la mañana los findes.  La gente del shopping tiene esta rutina un poquito de mierda, trabajan sábados, domingos y feriados, todos, (sin excepción), casi siempre se pierden almuerzos familiares, llegan cansados a las fiestas de los amigos y después todavía más al trabajo, porque seguro tienen que ir a abrir el local a la mañana siguiente. Asfixiante. No es un aire normal, la mayoría de la gente no se da cuenta, pero si pasás 6 días a la semana en uno, sabés que estás respirando pochoclos mezclados con aromatizante de ambientes y aire acondicionado lleno de pelusa.

-Ponganse algo de color chicas...

¿Por qué no te maquillás vos, forro? ¿No te parece suficiente el baño de perfume y los kilos de Mary Key de la señora que está en la caja? Dios.
Mi problema en los laburos es que fácilmente se puede observar lo poco que me importa estar ahí. Me gusta hacer las cosas bien, pero no me interesa mucho si ganás 10 mil al día o 5 lucas como empresa. Y si, eso a veces me valió de un "nos parece que no encajás con el perfil", "creo que no aprendés rápido", traducido en indemnizaciones de despido. Bueno, una vez. Y fue generosa. Y me alegré de recibirla. En los trabajos en los que duré más tiempo fue porque se entendió que iba a trabajar muy bien, pero no iba  a morirme por nadie, ni siquiera por quien firma los recibos. A veces pienso que si fuera menos transparente y tuviera tetas me iría muchísimo mejor.
Cuestión que cambiábamos el uniforme una vez cada 6 meses, desde unas remeras grises tristísimas en invierno, hasta las claritas de verano, y después llegaron las remeras rosas que por falta de ideas se quedaron mucho más tiempo. Rosas. Uniforme. Usar telas mal cortadas y de calidad dudosa para que te identifiquen como la flaquita que labura en... Esas cosas no se extrañan. Nunca. Qué lindo es vestirse de uno mismo, y no del perfil que ese año quieren que tengas.
No te dabas cuenta si estaba soleado o nublado, si había viento o hacía calor. Estabas adentro de una caja de vidrio, un microclima  que conocías a la perfección. A  las 18 altas probabilidades de adolescentes en jumper, a las 19 madres con sus hijas recién salidas de la facu y a las 21.55, 5 minutos antes de cerrar, la minita con sus 2 pendejos para comprarle un regalo a su mejor amiga. Está cerrado. No, no está. Sí.
Son esas ironías de la vida, si no te gusta el shopping vas a laburar ahí (si no atendés las llamadas de tu celular, vas a terminar en un call center), a lo que le podríamos sumar un novio amante de los shoppings y listo. Desde las 12 del mediodía hasta las 10 de la noche encerrada en el microclima, almuerzo+cine+trabajo o al revés.
Todas estas imágenes me vinieron a la cabeza cuando entró a la sala de cine. Yo estaba sentada en la última fila, y ella apareció vestida con esos disfraces que venden en la galería de Salta al 1700, una especie de body hot de feria que no me pondría por nada (y ahí es cuando una piensa que no todos conocemos la diferencia entre lo sexy y lo bizarro). Pero no la culpo, a veces no tenés ganas de ser sexy ni con el flaco con el que salís, mucho menos con uno que vas a estar un par de horas. De atrás de ella salió un hombre gordito y con el pelo corto, que ya había visto en la entrada sentado solo en una mesa. Pasó por al lado mío y se sentó a dos lugares de distancia, mientras ella lo miraba.
-No, no. Hace calor.
Y se fue adelante de todo, a unas 3 filas de la pantalla, con su pelo suelto, su disfraz color verde (¿Era verde?) y unas dos bolsas viejas. La gente la miró, y yo miré a la gente buscando algo, un gesto que seguro harían las viejas de mi barrio, pero de ellas no pude sacar ninguno, no les vi ni un poco de desaprobación. Estaban ahí, todos arreglados, bien peinados y ni una nariz fruncida. Sonreí y saqué un chicle. El gordito que estaba cerca mío se levantó y se fue adelante.  Saqué una hoja con la programación del cine y cuando levanté la vista ella estaba otra vez al lado mío.

-¿Querés pasar?
-Sí.

Paul Thomas Anderson, The Master, 22:10, no, es muy tarde, drama sobre la Iglesia de la cienciología, creo que no me gustó demasiado Punch drunk love, o es que hay partes que me aburrieron? o estaba esperando otra Magnolia y perdí? Acostumbrarse a no tener expect...

-Ese chabón que estaba al lado mío es un pesado, ¿Podés creer, con este calor? Ir a sentarse al lado mío, un pesado...

Volví a levantar la vista y la miré, movió las bolsas y  sentí un ligero olor a naftalina, me reí por su comentario.

Conozco constitución a la mañana, en verano, en invierno, pasé miles de veces durante 3 años (y contando) por el telo de Salta y Garay, a veces están más vestidas que otras, mujeres, travestis, blancas y morochas. Por un instante me pregunté si estas cuadras eran su microclima, si también conoce las caras de las que laburan a la mañana y a la noche, y si estaba en este cine para distraerse de un par de cosas, como yo cuando estaba en la caja de vidrio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario