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domingo, 16 de febrero de 2014

Rocío y los stripers

No sé por qué me acordé de esto un 14 de febrero, lo empecé a escribir y lo abandoné por una noche de caipirinhas y campari. Porque San Marketín ama a los solteros y a las parejas por igual, a los que están con alguien porque se regalan cosas entre ellos, y a los solteros porque nos ponemos en pedo entre nosotros. Así que bueno, me puse a escribir un viernes, pensando que era medio cualquiera hablar de stripers justo ese día, el día del amor, los ositos de peluches y los chocolates.
No soy una persona supersticiosa, pero tengo puesta una cintita roja (por las dudas) y tengo un ritual con el que empiezo el año, y es lo que me hizo entender por qué la gente va a Luján caminando no-tengo-idea cuántos-kilómetros para volver, y mostrar hiper orgullosos las ampollas. Yo me subo a un micro, cierro los ojos, y con un poco de suerte me despierto en el medio de la nada. Me acomodo en el cama-ejecutivo, trato de cambiar un poco la posición del cuello para no llegar con tortícolis y me tapo porque el aire acondicionado siempre da frío. Ahí está, cuando me volví a despertar ya estoy a un par de paradas, me bajo, y le digo hola a San Bernardo con amigas.
El mar es como un cargador de pilas y la arena la electricidad, así, indisociables para funcionar. Ojotas en mano, viento en la cara, un grito de Mica porque vio un aguaviva, el pancho con mayonesa y papas fritas (el choclo es rico pero no voy a la playa con cepillo de dientes) y los culos con estrías (el mío uno de ellos). Todo es parte de un ritual pagano que si se hace  bien, sirve para barrer con una escoba las telarañas cerebrales. Como desfragmentar el disco C para que el sistema operativo funcione mejor, algo por el estilo.
Si tenés 20 años y una de tus mejores amigas un departamento a tres cuadras de la playa y a ocho del centro, no necesitás nada más. La primer noche caímos en el lugar más bizarro que pudiéramos imaginar, aunque deberíamos haberlo sospechado porque se llamaba Bonanza. A veces cuando te mandás sin conocer, termina todo muy bien, todo muy mal, como una gran anécdota o las tres cosas juntas. El lugar en sí no se decidía a ser  boliche ni bar, no parecía ser de esos lugares que después de las dos se pone, tiran las mesas a la mierda y empezás a bailar. No, eran las tres y las mesas estaban ahí todavía, el espacio para bailar no tenía nada que envidiarle a un buen departamento, y como estaba en el medio de todas las mesas, parecía una fiesta de 15 con todos desconocidos en posición de levante.
Pero por ahí me estoy adelantando un poco, lo anecdótico de acá no tiene nada que ver con el grupito de axé bailando en la tarima. Esta es la noche de Jean Pierre y va a ser recordada así por siempre. Flaco, narigón, morocho, alargador peneano y una toalla, no te pongás Jean Pierre de sobrenombre porque  no da.

-¿Qué quieren para tomar? Ésta es noche de stripers chicas!!

Dejó la carta y se fue. Nosotras tres nos miramos. No sé por qué en algún lugar de mi mente se me ocurrió que quizás podrían estar buenos. Mucha peli yanqui. Y después pensás, claro, cómo no van a estar buenos los stripers de las pelis si pasan por un casting (cámara-sabana) y por ahí los de Bonanza pasaron el sábana pero no el cámara.
Dividieron el lugar en dos, pusieron una cortina, y las mujeres nos quedamos de un lado, con Jean Pierre disfrazado de Padre Coraje y sacándose la túnica con menos gracia que Moria en el acuadance de Tinelli. Miedo. Verguenza. Me hice la que tenía ganas de  hacer pis y corrí al baño, llevándome a una de las chicas conmigo, y dejando a mi tercer amiga sola en la mesa. Soy una amiga genial, lo sé, pero estaba sufriendo.
En mi camino hacia el baño pasé por el otro lado de la cortina donde habían quedado todos los hombres. Enfermera sexy para ellos, típico. Y fue muy extrañamente más cómodo ver una mina en tetas que un hombre con una toalla de manos arriba de algo que (o tuve mala suerte con parejas) era inexplicablemente largo. Y ahí me di cuenta de una cosa: (no, no me gustan las mujeres) estoy más condicionada por lo que me rodea de lo que quisiera. Que me haya resultado más normal ver una mina en bolas significa un par de cosas, primero, que por más que no quiera la pelea entre vedetongas se nos cuela entre los huesos aunque no miremos a Rial, y que...

-Chicas no pueden estar acá.
-¿Por qué no?
-La semana pasada una chica vio que su novio subió a la tarima con la striper y se armó un lío bárbaro, volaron sillas, botellas, esas cosas.


...me olvidé lo que estaba pensando. Ah, sí. Me calienta mucho más un hombre cocinándome que bailando en un escenario revoleando la mano derecha y sosteniendo otra cosa con la izquierda.

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