No sé por qué me
acordé de esto un 14 de febrero, lo empecé a escribir y lo abandoné por una
noche de caipirinhas y campari. Porque San Marketín ama a los solteros y a las
parejas por igual, a los que están con alguien porque se regalan cosas entre
ellos, y a los solteros porque nos ponemos en pedo entre nosotros. Así que
bueno, me puse a escribir un viernes, pensando que era medio cualquiera hablar
de stripers justo ese día, el día del amor, los ositos de peluches y los
chocolates.
No soy una persona
supersticiosa, pero tengo puesta una cintita roja (por las dudas) y tengo un
ritual con el que empiezo el año, y es lo que me hizo entender por qué la gente
va a Luján caminando no-tengo-idea cuántos-kilómetros para volver, y
mostrar hiper orgullosos las ampollas. Yo me subo a un micro, cierro los ojos,
y con un poco de suerte me despierto en el medio de la nada. Me acomodo en el
cama-ejecutivo, trato de cambiar un poco la posición del cuello para no llegar
con tortícolis y me tapo porque el aire acondicionado siempre da frío. Ahí
está, cuando me volví a despertar ya estoy a un par de paradas, me bajo, y le
digo hola a San Bernardo con amigas.
El mar es como un
cargador de pilas y la arena la electricidad, así, indisociables para
funcionar. Ojotas en mano, viento en la cara, un grito de Mica porque vio un
aguaviva, el pancho con mayonesa y papas fritas (el choclo es rico pero no voy
a la playa con cepillo de dientes) y los culos con estrías (el mío uno de
ellos). Todo es parte de un ritual pagano que si se hace bien, sirve para barrer con una escoba las
telarañas cerebrales. Como desfragmentar el disco C para que el sistema
operativo funcione mejor, algo por el estilo.
Si tenés 20 años y
una de tus mejores amigas un departamento a tres cuadras de la playa y a ocho
del centro, no necesitás nada más. La primer noche caímos en el lugar más
bizarro que pudiéramos imaginar, aunque deberíamos haberlo sospechado porque se
llamaba Bonanza. A veces
cuando te mandás sin conocer, termina todo muy bien, todo muy mal, como una
gran anécdota o las tres cosas juntas. El lugar en sí no se decidía a ser boliche ni bar, no parecía ser de esos
lugares que después de las dos se pone, tiran las mesas a la mierda y empezás a
bailar. No, eran las tres y las mesas estaban ahí todavía, el espacio para
bailar no tenía nada que envidiarle a un buen departamento, y como estaba en el
medio de todas las mesas, parecía una fiesta de 15 con todos desconocidos en
posición de levante.
Pero por ahí me
estoy adelantando un poco, lo anecdótico de acá no tiene nada que ver con el
grupito de axé bailando en la tarima. Esta es la noche de Jean Pierre y va a ser recordada así por siempre. Flaco, narigón,
morocho, alargador peneano y una toalla, no te pongás Jean Pierre de
sobrenombre porque no da.
-¿Qué quieren para tomar? Ésta es noche de stripers
chicas!!
Dejó la carta y se
fue. Nosotras tres nos miramos. No sé por qué en algún lugar de mi mente se me
ocurrió que quizás podrían estar buenos. Mucha peli yanqui. Y después pensás,
claro, cómo no van a estar buenos los stripers de las pelis si pasan por un
casting (cámara-sabana) y por ahí los de Bonanza
pasaron el sábana pero no el cámara.
Dividieron el lugar
en dos, pusieron una cortina, y las mujeres nos quedamos de un lado, con Jean
Pierre disfrazado de Padre Coraje y sacándose la túnica con menos gracia que
Moria en el acuadance de Tinelli. Miedo. Verguenza. Me hice la que tenía ganas
de hacer pis y corrí al baño, llevándome
a una de las chicas conmigo, y dejando a mi tercer amiga sola en la mesa. Soy
una amiga genial, lo sé, pero estaba sufriendo.
En mi camino hacia
el baño pasé por el otro lado de la cortina donde habían quedado todos los
hombres. Enfermera sexy para ellos, típico. Y fue muy extrañamente más cómodo
ver una mina en tetas que un hombre con una toalla de manos arriba de algo que
(o tuve mala suerte con parejas) era inexplicablemente largo. Y ahí me di
cuenta de una cosa: (no, no me gustan las mujeres) estoy más condicionada por
lo que me rodea de lo que quisiera. Que me haya resultado más normal ver una
mina en bolas significa un par de cosas, primero, que por más que no quiera la
pelea entre vedetongas se nos cuela entre los huesos aunque no miremos a Rial,
y que...
-Chicas no pueden estar acá.
-¿Por qué no?
-La semana pasada una chica vio que su novio subió a la
tarima con la striper y se armó un lío bárbaro, volaron sillas, botellas, esas
cosas.
...me
olvidé lo que estaba pensando. Ah, sí. Me calienta mucho más un hombre
cocinándome que bailando en un escenario revoleando la mano derecha y
sosteniendo otra cosa con la izquierda.
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