Hay una mosca que
está dando vueltas en la pieza. Grande, negra, molesta, como todas las moscas.
Mamá las mata con una revista, casi siempre usa la Viva de los domingos porque es gordita y vacía. Mamá tiene ese
toque peculiar para matar que yo todavía
no aprendí. En algunas familias las madres enseñan a sus hijas a cocinar, mi
mamá me va a enseñar a matar moscas.
Encontré un blog
nuevo para leer, últimas entradas dedicadas a algo que se llama amor. Me duele
un poco la espalda, ya no sé si es porque me siento como el orto toda encorvada o porque
debería descansar. El último te amo que dije
no era cierto, y la última vez que amé no lo admití, qué poco sinceras se ponen
las cosas a veces, cuando uno prefiere no exponerse.
Semana mentalmente
difícil, crisis que se chocan entre sí y forman una supernova que se anuda en
la garganta. Me hablan de todos lados y yo disfruto en silencio de estar
acompañada, cuando el peor enemigo es uno mismo corremos el peligro de
fagocitarnos nuestros propios esfuerzos. Y ahí están ellos, uno a uno en hilera
tirando sogas.
La mosca se quiere
posar en la taza que dice "coffee"
pero tiene matecocido. La espanto con la mano y le contesto a un amigo algo
sobre Venezuela. Para cuando vuelvo a mirar la mosca ya se posó en la taza. No
tengo una Viva cerca y voy a hacer
demasiado ruido. Quizás aprenda a convivir con ella, mínimamente una noche.
Quizás a la mañana no esté más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario