Quizás sea estrés. Lo
único que sabe y está absolutamente
segura, es que la falta de aire está en su cabeza. Sino no tendría sentido,
todos estarían asustados. Pero de entre todos los corazones presentes, el único
que empieza a latir con desesperada fuerza es el de ella, el único pecho que se
encoge es el de ella y la única garganta que se cierra es la de ella. No puede
estar más ahí, siente las manos frías, pero aún así no sabe
si tiene calor o está congelada.
Está muy segura que
sólo ella se está sintiendo mal, porque los mira de reojo y cada uno está en la
suya, sonriendo y charlando sobre temas que no llega a entender. Las frases le
llegan deformadas, y las risas parecen tenebrosas, como si sonaran desde lejos
en un desierto sofocante, y ella estuviera encerrada en una caja muy pequeña
debajo del sol.
Está tan comprimida en
ese espacio, que siente como si le aplastaran el cuerpo con una máquina
prensadora, tiene tanta gente a su alrededor, que siente que está sola.
Respira muy despacio,
pensando inocentemente que así el aire va a durarle más, que no va a empezar a
llorar, y que no va a vomitar el corazón. Cualquiera de esas situaciones no son
opciones para ella, no puede permitirse tanta debilidad entre casi
desconocidos, o conocidos que desearía que fueran desconocidos. Así por lo
menos podría empezar a gritar sin sentirse mal al día siguiente, no se vería
bien que le agarrara un ataque en ese momento. Tratando de mantener la calma,
sigue respirando despacio.
Las puertas están por
cerrarse y el corazón se le va a salir por la boca en cuestión de segundos, es
ahora o nunca.
-Me quiero bajar
-¿Qué te pasa?
-No puedo respirar, no
hay aire acá, somos muchos.
-Es un viaje corto,
dale.
-Me quiero bajar, me
siento mal.
-Es un viaje dale,
estamos en invierno, te vas a cagar de frío.
-Me estoy ahogando,
prefiero esperar un bondi.
Definitivamente ese fue
el peor cumpleaños de su vida. Una sucesión de eventos desafortunados, mala
música, un par de reproches, y una claustrofobia de regalo. No llegó a ser un
ataque, nunca los tuvo. Podrían decir, quienes verdaderamente no pueden subirse
a un ascensor, que la chica es una claustrofóbica trucha. Pero eso no quita que
ese momento haya sido una pesadilla, y tampoco hace desaparecer los miedos que
le surgen cuando se encuentra en lugares herméticamente cerrados.
Ella sabe que está todo
en la cabeza, que no es un dolor provocado por un golpe, que no hay moretón ni
cicatriz y que no hay un real peligro a quedarse sin aire en un subte, un
colectivo o un tren. Pero aún así no puede evitar sentirse mal. No es todo el
tiempo ni en todos sus viajes, no es cada vez que sube a un ascensor. Pero ahí
está, a la espera.
Y es una de las tantas
razones por las que a veces se pregunta si no debería ver algún psicólogo,
quizás sería agradable que su corazón dejara de darle latigazos cuando las
puertas del tren se cierran. Pero por algún motivo se resiste. Piensa en eso
cada vez que se siente mal, cuando se da cuenta que le asusta algo que es
imperceptible para las demás personas, pero finge olvidarse del tema el resto
de las veces.
Consiguió un trabajo
nuevo que está en un segundo piso. El edificio tiene dos ascensores muy pequeños,
esos grises herméticos con espejos amplios, tan aterradores. Entran cuatro
personas de contextura mediana y cada vez que sube en uno, respira hondo varias
veces, mirando por qué piso se encuentra.
Piso dos.
Por fin termina el día
laboral, la cabeza le explota de nuevo, le está costando acostumbrarse a la
nueva rutina. Sube al ascensor del terror y trata de entender de qué está hablando su compañera de
rulos. Esa chica que salió de Mcdonalds hace poco y vive en Barracas. La que
está haciendo el CBC para derecho y le cae tan bien.
Piso uno.
-¿Te sentís bien Ro?
-Me duele mucho la
cabeza, fue un día larguísimo. Semana difícil.
-Sí, yo también. Me fui
a final en ciencias políticas.
¿Por qué bajaba en
ascensor? Técnicamente no es mucho más rápido que bajar por las escaleras, y
seguramente es menos molesto.
Planta baja.
Pero de alguna manera
quiere sentir que está afrontando algo que le hace mal, y que le gana, todos
los días. En dos semanas se va a cumplir un año del día que le empezó a tener
miedo a los lugares cerrados, del peor cumpleaños de su vida. Pero se siente
confiada, este año es mucho mejor que el anterior, se siente muy feliz, y si
pasa mucho tiempo en ese trabajo, quizás se acostumbre al ascensor hermético.
Les presento a FLOPA, una genia, pido prestado su dibujito, que caracteriza muy bien el texto que me hicieron escribir y que no quise hacer, pero al final me gustó.