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lunes, 28 de octubre de 2013

Se escapó.

-Así que eso, se escapó.
Dijo él, con la voz apagada mientras cortaba pedazos de queso. La miró de reojo por un segundo y le dio la espalda para terminar de poner el cremoso sobre la pizza. Seguía en la misma posición que unos minutos atrás, apoyada sobre la pared. Tenía esa remera escotada que le quedaba tan bien, el jean, las zapatillas y el pelo escondido en un rodete mal hecho. Ya iba por el tercer vaso de cerveza y no tenía pinta de que se le hubiese subido ni un poco todavía.
-Pobre, ¿La extrañas?
De repente la tenía abrazada a su espalda. No supo en qué momento se había acercado pero no importaba, esas sorpresas siempre eran bienvenidas.
-Sí, bastante.
Suspiró y le dio un pedazo de queso en la boca. Se corrió para poner la pizzera al horno.
-Igual era posible que pasara, la encontraste en la calle y era grande ya, era callejera.
-Sí, era probable que quisiera volver.
-Una gata hermosa.
Se le pegó al cuello y lo empezó a acariciar con la nariz, después con los labios y terminó con la lengua cerca de su oreja. Tenía esa capacidad de hacer que algo tierno se volviera erótico y viceversa.
-Voy a cambiar la música, me cansé un poco.
Despegaba el abrazo y era una pequeña magia que se rompía. No recordaba en qué momento se había puesto tan pelotudo. La vio irse al comedor, miró el reloj y se rascó la nuca suavemente. Tenerla ahí los viernes era un ritual que se repetía hace meses y todavía no se cansaba, y tenía ese sentimiento peligroso de que no iba a cansarse tampoco. Podía llover, cambiar los jeans por una calza y una musculosa, soltarse el pelo, venir pintada, sin pintar, con ojeras o estar de muy buen humor y traerse el vestido floreado, pero siempre estaba ahí, apoyada en la pared con esos ojos marrones casi negros mirando hacia la ventana y robándole el queso.
Para cuando volvió, tenía una de esas sonrisas contagiosas que le surgían de la nada.
-¿De qué te acordaste?
-Nada, fuimos al cine con las chicas. Arreglamos para juntarnos 40 minutos antes de que empezara la peli así no llegábamos tarde.
-Llegaron tarde igual.
-Sí, Luciana casi se pone a llorar, nos odió. Tuvimos que ir a otro cine porque esa era la última función.
-¿Estuvo buena?
-Pensé que me iba a reír más, pero estuvo linda.
-Tenemos que ir al cine.
-Tenemos que ir, posta. Desde el invierno que no vamos.
-Che, ¿Y tu amiga? ¿La que se puso de novia?
-Bien, ahí anda, hace tiempo no hablamos, con la facu y el laburo se complica.
-¿Te acordás que cuando te conocí venías de salir con ese flaco que quería tener novia?  
-JAJA sí.
-Lo primero que me dijiste fue “no quiero nada serio”.
-JAJAJAJ sí, estaba re trastornada.
-Te encontré como a Maia, asustada en una esquina.
-¿Me comparás con tu gata? ¡A ella le faltaba un ojo! ¡Venía de pelearse con medio barrio!
-JAJAJA se llevaba bien con vos.
-Obvio, si soy genial.
-Muy.
Le acomodó el pelo detrás de la oreja y empezó a besarle la cara. Olía su perfume, era el mismo que a veces sentía en las sábanas cuando se quedaba solo. La miró y lo que a veces le parecía tan transparente se transformó en una nebulosa. Después de poco tiempo la conocía mejor que a muchas personas, sabía que no tenía una máscara y que lo que pensaba se escapa de su boca más de lo que ella quería. Pero también sabía que ese era un lujo que ella sólo se permitía estando ahí, a salvo de personas indiscretas, y que era algo que se lo había ganado después de un tiempo. Como si saber lo que pasaba por su cabeza era un premio que había alcanzado después de varios niveles desbloqueados, quién sabe con qué gesto o frase.
Pero lo que realmente quería saber, le daba un poco de miedo averiguar. Si preguntaba iba a tener la verdad, cruel, sincera y directa, como esas verdades simples que dicen los chicos cuando parece que no entienden nada pero entienden todo.
-¿Seguís pensando lo mismo?
Ella tenía los ojos cerrados todavía, y seguía entrelazada, sin soltarlo.
-¿Sobre qué?
-Sobre eso, las parejas.
Se despertó como de un sueño, abrió los ojos y lentamente se fue apartando. El lenguaje corporal hablaba más rápido que cualquier lengua, y ella aprovechó para soltarse el pelo y peinarse mejor.
-¿De qué hablás?
-Nada eso, ¿Qué pensás?
Vio una especie de sombra en su cara como si se estuviese acordando de algo que le molestaba y que trataba de disimular.
-Mis viejos se aman y se destruyen todos los días, las personas que conozco y están en pareja se cancelan como dos pilas que las ponés del mismo lado, no sé.
-El amor son dos pilas que se cancelan, es una buena frase.
Sonrió y el aire se hizo un poco menos pesado.
-No sé, al principio está re bueno que seas independiente y labures, que salgas bien vestida y tengas muchos amigos y 7 meses después sos la forra egoísta que no tiene tiempo, que cuando sale con amigas se viste como puta y cuando sale con el novio se pone jeans y zapatillas. Lo que aman al principio se esfuerzan por cambiarlo después. Siempre es así.
Intentó que la frase final no cayera como un baldazo de agua fría, como un cross fulminante, se imaginaba que no hablaba de nadie en específico, y por eso tampoco de él mismo.
-Voy a buscar mi vaso.

Intentó pero no pudo, el balde lo mojó igual, el cross le dolió y lo dejó parado en el mismo lugar, atornillado al piso. La vio alejarse nuevamente hacia el comedor, y disfrutó de quedarse un momento a solas en la cocina, al lado del queso que se derretía en el horno. Se mordió la lengua y escondió todo lo que tenía ganas de decir hace ya tiempo, esa semana ya se le había escapado alguien que quería mucho, no estaba listo para perder otra vez.


sábado, 19 de octubre de 2013

Diccionario de palabras al azar

Amistad es recibir un mensaje a las 8 de la mañana, despertarte, putear y descubrir que tenés resaca. El mensajito dice algo que a esa hora no tiene mucho sentido, pero lo contestás con un pedido algo ultranecesario:
-Me duele la cabeza, me llevás un actron? Me olvidé el desodorante también ¿Me llevás el tuyo? Fue LA noche.
No mandar detalles para que se lo imagine, para que piense lo que vos sabés que va a pensar “quehijadeputa”, y si, cuando la ves dos horas más tarde, te dice hola, te sonríe y te pregunta qué cosa querés primero. Te da el desodorante, después un café con medialunas, y tercero el actron salvador. Te dice “quehijadeputa” con el mismo tono y la misma sonrisa que te habías imaginado antes. Amistad son esos detalles, no es el 20 de julio, la frase-palabra “mejoramiga” esas boludeces que te venden las películas yanquis o las novelas de Cris Morena.  Es algo mucho más mundano que la abstracción de la palabra, es ese gesto de estar, compartir y entender. A mi Pepe la conocí hace unos años, decidí ponerle ese apodo porque me gustaba la canción y me parecía que sonaba lindo. Ella a mí me puso Pepina. Suena a esos apodos cursis que se ponen las parejas estúpidas. ES uno de esos apodos cursis, pero no importa, cuando querés a alguien te ponés un poquito pelotudo, ya con parejas hay cosas que no hago, pero con las amigas no hago tantas restricciones. Como soy una antipática somos amigas sólo por mérito de ella, porque miró para atrás y me dijo si quería hacer grupo, y como no conseguí los apuntes les sacó copia por mí. Yo venía de cursar un año entero en Ramos, era mi primer año en Santiago del Estero y se me aparecía este ser de otro planeta ¿Una desconocida que te saca unas fotocopias de buena onda? Era extraterrestre o venía de muy lejos. Y si, Caviahue queda lejos…
Lejos es eso que sentís cuando estás con alguien a centímetros, pero daría lo mismo que viviera a 500 km, no sentirías más cariño ni escucharías sus problemas con más atención. Es un nivel alcanzado en distintas relaciones como amistades o noviazgos (entre otras). Una especie de punto que marca un límite muy pocas veces admitido por las personas que lo padecen, es justo el anterior al “no va más” y el posterior al “no me interesa”. Es desinterés, cansancio y rutina, es necesitar un cambio.
Cambio es una decisión brutal que nos mueve el piso, nos hace bailar muy torpemente, replantearnos nuestras verdades y darnos cuenta que las respuestas que teníamos ahora  no nos sirven mucho. Es una bombita de agua que se estrella contra tu cara en el verano del `97, duele y refresca, pero después de quejarte te das cuenta que ahora tenés menos  calor y que vos también podés llenar globos con agua de la canilla de la vecina. Es mudarte de barrio, terminar el secundario, separarte de tu primer amor y empezar a hacer lo que te hace bien, es bueno, es viento, es agua salada resbalándose por la cara, es el aire que se respira en la montaña que subiste ese verano en Córdoba, cuando mirabas para abajo y podías ver las nubes y arriba había celeste y más montaña. Es crisis.
La crisis es como un cuento que empieza por el nudo, es estar en tu primer semana de vacaciones en la costa con amigas, gastarte toda la plata en ropa de los locales de la peatonal y tener que empezar a tarjetear; es ver la mano escrita de Charlie que dice “Not penny`s boat” antes de que se muera ahogado; mirar los spots de los políticos y no saber qué hacer el año que viene en las urnas, es hora pico en el bondi con dolor de cabeza, no saber si dejar la carrera en la que estás hace 4 años por otra que siempre quisiste y nunca te animaste, llegar a la hoja nº 638 de “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, que te digan “tenemos que hablar”, darte cuenta que trabajás más horas de las que dormís y esa sensación de asquito que me pasa por la mente cuando alguien me recomienda una película rosa donde en la banda sonora canta una estrella teen yanqui,  la historia principal habla del amor y la historia secundaria habla de más amor.


Amor es cruzarse en la vida con un chupetín de coca, es tener la figurita difícil, es Meryl Streep en la piel de Francesca, dudando en bajarse del auto en medio de la lluvia para escaparse con su amante y dejar Madison, es la sonrisa de mi mamá en la foto del `90 en el Parque Domínico, donde tiene agarrada a una bebé que tira la cabeza para un costado porque le dijeron la frase mágica “foto, Roci”. Es llorar porque te quieren, es llorar porque no te quieren, es tener miedo y estar seguro a la vez, es ese abrazo que te hace sentir como en casa en cualquier lugar, es ese mensaje que te llegó y te alegró el día, es el osito, el chocolate, el cine, el telo, la cena, el chiste y a la vez es nada de eso.  Es Jorge Drexler cantando “me haces bien”, el sol de primavera, el olor a pasto mojado, el “esta noche cocino yo”, el “estás linda” cuando no estás linda y los masajes en la espalda después de una semana de parciales. Es cuando el gato refriega su cabeza contra tu pierna después de haber querido morderte por dos horas, es la llamada de auxilio después de que un amigo se separa, y de repente todos están reunidos, como un ejército enlistado listo para atacar con cervezas, películas y chistes malos. Es esa amiga cinéfila que tiene un gusto muy extraño y cuando estás triste te hace ver “Melancolía”.
Melancolía  es cantar “Wise up” en Magnolia, mientras ves a los personajes más humanos que nunca viste desmoronarse en los quilombos de sus vidas y sentís que te la cantan para vos, para que no te sientas tan sola. O quizás canta esa canción para que los personajes no se sientan solos. Es llorar porque te angustian muchas cosas que ves y que te pasan, y porque descubrís que con 23 años, en uno de los pocos momentos que te permitís llorar es viendo una película o escribiendo estos renglones, cuando de repente te acordás de la escena como si la hubieses visto hace 5 minutos, se empieza a formar el horrible nudo en la garganta,  y te llenás de tristeza.
Tristeza es leerle los ojos a una amiga, darte cuenta que está mal y que no podés modificarlo, es entender que los duelos tienen dos capas. Podés ayudarla a maquillar la externa para que se distraiga y se sienta acompañada, pero la más profunda tiene que hacerla sola. Lo sabés muy bien, vos ya hiciste un par, verla es recordar lo que en algún momento de la vida también te pasó, sentir impotencia por no poder hacer mucho más que decirle te quiero. En inglés identifican la tristeza con el azul, para mí es imposible que un color sea triste. Triste puede ser un mate lavado, un nene chiquito con ropa sucia, una señora grande muy maquillada, un perro debajo de la lluvia, tener anginas en verano y gastroenteritis en invierno, el cielo gris, Trapito, Bambi, la muerte de Mufasa vista en el cine con 4 años o en mi casa hace media hora. Un mal orador, una mujer que tira una botella por la ventanilla, un hombre que tiene que pagarle a una prostituta en Once, Constitución, La Rioja o New York. Triste es descongelar la heladera para sacarle el exceso de hielo.
El hielo no es agua congelada, es una persona que está a punto de convertirse en robot. Es el camino inverso del señor de hojalata en el Mago de Oz, es la máquina de hacer plata, es laburar por 9 horas para pagar deudas que generamos con las tarjetas de crédito, cobrar y comprarse un celular de la mitad de nuestro sueldo para sumarlo a la lista para pagar en el resumen, es estar conectado todo el tiempo. Soy yo cuando viene mi mamá a sacarme conversación y estoy sentada escribiendo, es Macri escondiendo a la gente que no tiene casa para que no los veamos más debajo del puente, es el metal, es disparar a quemarropa, es ignorar, es estar solo, es estar muy acompañado, son los padres que no les cuentan cuentos a sus hijos antes de dormir, es la depresión de tu mamá, es el miedo a crecer para no dejar de ser chico, es no hablarse más con un amigo. El hielo es una placa que no se puede romper y da bronca, te zumban los oídos y la sangre empieza a hervir por adentro como cuando te olvidás la leche en el fuego.
El fuego son los labios que en el momento indicado recorren el cuello, como explorando un lugar desconocido que conocen muy bien, es tener que apoyar el vaso para que no se rompa y ocupar tus sentidos en un sólo lugar del cuerpo. Es la noche de verano. Es sentir en carne propia el capítulo 7 de Rayuela, como si Cortázar estuviese tomando nota de lo que está pasando en un departamento de Buenos Aires. Es usar el cliché de olvidarse del tiempo y del lugar por un rato, es jurar volver después, es que los minutos pasen muy rápido y decir laputamadre.

Laputamadre es eso que te pasa cuando te despertás y ves una torta gigante en la mesa del comedor, al lado de un cartel todavía más grande que dice: “para el cumpleaños de Matías, no COMER”. Y ahí te das cuenta que después del 19 de Octubre viene el 20, y tu hermanito está por cumplir  14 años, estás vieja, él es un pendejo, le querés cantar el feliz cumpleaños a las 12 y por eso tenés que cancelar tu salida al cine (perdón otra vez Sebastián, ya voy a ir a ver tu película, te lo juro). Es eso que digo cuando estoy llegando tarde a algún lado, cuando no alcanzo a estudiar todo, cuando falta mucho tiempo para volver a casa, cuando se larga una tormenta y estoy sin paraguas, y cuando tengo ganas de estar en un lugar  determinado para despertarme con resaca y que Pepe me alcance un actron .

miércoles, 16 de octubre de 2013

Octubre es un poquito así (Los intocables)

Todos se pusieron más estrictos y  no se puede tener ni una bolsa de galletitas cerradas arriba del escritorio, hay que esconder las Don Satur adentro de la cartera, y pasarlas de box en box como si fuera merca. Después de 3 meses de promesas nos llegó el vaso térmico que no es térmico, es de plástico y huele a PVC o a zapatilla mal hecha. Si oliera como un álbum de figuritas sí lo usaría, pero todos sabemos que hay grados de pegamento que un ser humano que no quiera drogarse (de esa forma) tiene que respetar. No sé si ventilándolo lo suficiente pueda ser utilizable en algún momento o si le pongo agua y me la tomo voy a tener ojos verdes como quería cuando era chica.
El vaso tiene el logo de la empresa y según no se quién eso refuerza nuestra identidad. Cada pelotudez anda escrita por el mundo. Es como la idea del uniforme en un secundario:
-Ahí van las chetas del Victoria Ocampo.
-Ahí van las trolitas del Loreto.
-Ahí van esas negras del Inmaculada.

Por supuesto que refuerzan la identidad, delimitan y estereotipan, uniformes, marcas y vasos plásticos con nombres.
-Ahí van esos giles del Call Center.
Fui una negra del Inmaculada y ahora una gila del Call Center.
Voy a mi pasillito favorito y la distingo con la mirada. Había puesto su cartera en una silla al lado de ella para guardarme el asiento, un amor de persona. Si me siento al lado suyo sabe que entre llamada y llamada, va a poder decirme “odio este trabajo” y yo me voy a reír porque todavía no me parece tan malo, pero es probable que en algún momento sí. Esas cosas llegan.
-Y no Marcos, si no tenés saldo no vas a poder usar el servicio, tenés que recargar con una tarjeta o mediante carga virtual.
Me mira abriendo mucho los ojos, mutea la llamada y me dice:
-Ah no pero este es un pelotudo…
-Claro, tenés que tener en cuenta Marcos que recién se te recarga el crédito en diez días…

Y volvía a ser falsamente dulce.
Apoyo mi carpeta al lado del monitor y lentamente empiezo a adornar el box que por 6 horas va a ser como el escritorio de mi pieza,  la cartera en una esquina, los apuntes del curso de capacitación de la empresa (que no me sirven para nada pero después de 3 meses los sigo cargando por ninguna razón), el celular escondido debajo de un pañuelo, el estuche con los lentes y si es fin de semana (cuando la cantidad de llamadas te deja un margen de 2 minutos entre cliente y cliente) algún libro, apunte o revista. Este maldito sistema capitalista te hace querer aprovechar cada segundo, el tiempo es dinero y esas cosas que te dicen en la facu. Sociales te abre la cabeza, todos tenemos un antes y un después de Marx, la escuela de Frankfurt, Peirce (incluída la canción de se pronuncia Pers), Verón (en su etapa académiconotanpelotudachupamediasdeclarín) y el corto de taller 2. Bueno, quizás el último es un poco más personal.
Me siento  y me doy cuenta que estoy en la silla fea, esa que está medio rota y no se puede bajar. Con la rapidez de una vieja que encuentra asiento vacío en el bondi, miro dónde hay una silla copada y la intercambio. Listo, ya me puedo loguear tranquila.
-¿Dónde está More? Hace bocha que no la veo.
-Está de licencia por las cervicales, no se podía ni mover.

El cuco del call center son los dolores de cabeza y de espalda, y yo ya tengo los dos. Miedo, miedo, miedo. No quiero ser una vieja con joroba ni una adicta al diclofenac, mi cuerpo es tan genial que se termina acostumbrando a las drogas, como ese año que estaba totalmente inmunizada a la cafiaspirina plus. Pude comprobar que es verdad eso de que las células de todo el cuerpo se van renovando cada dos años, de repente mi cuerpo absorvía las aspirinas como flynn paff y tuve que dejar de tomarlas, sufriendo las migrañas entre cuatro paredes. Como una especie de alcohólica que después de dos años se olvida del sabor de un whisky, cuando retomé, el efecto volvió a ser magia en dos gramos. Ahora sospecho que me está pasando lo mismo con el actron. En el fondo somos un poquito como las cucarachas, comemos basura y nos acostumbramos al raid. Cada vez somos más fuertes y tienen que crear nuevas fórmulas para matarnos, o por ahí es un pequeño truco de mercado y lo único que cambian es el pacaching.
- ¿Algún niño o niña que se quiera anotar para el feriado?
Ofrecen más horas de trabajo como si fueran caramelos, y los niños en mi pasillo las agarran como si estuvieran debajo de una piñata ¿Qué moviliza a una persona a ir a trabajar un feriado tan soleado, tan lindo, tan feriado? Marx está levantando la mano a mi pregunta pero no lo voy a dejar contestar. Me anoté sin dudar, y después estuve 3 días arrepintiéndome. Cuando llegué era un cementerio de sillas y computadoras apagadas. El call center prácticamente desierto, un par de giles estábamos en la guardia. Aunque yo me resisto a llamarle así. Guardia hacen los médicos que salvan vidas, nosotros atendemos llamados de gente que no sabe su número de teléfono y en vez de probar llamando a otra persona, primero nos llaman a nosotros.
Me acuerdo de una entrevista laboral que tuve a principio de año donde me habían dicho “todos tenemos un precio”. Me causó mucha repulsión en su momento.
-El mañanero lo tenés que hacer, te levantás un segundo, te cepillás los dientes y la despertás.
-No boludo, yo a la mañana estoy re dormido.
-Pero le dicen mañanero porque te cambia la mañana boludo.

Para no escuchar entre llamada y llamada cosas como esas de gente que no conozco (si los conociera sería más interesante) sigo de largo y busco mi pasillo, ahí están todos los niños que esperan a fin de mes sus caramelos.
-Tengo un problema, ¿Tengo dos equipos, viste? Antes tenía uno, y ahora me compré otro. Bueno, quiero pasar mis contactos de un equipo a otro, ¿Cómo hago?
Me es-tás jo-diendo. 17 grados afuera, un sol de la puta madre, un feriado que nos regaló Colón mientras le robaba oro a los nativos,  y vos llamás a atención al cliente porque no sabés como pasar tu agenda de un celular a otro. En el pasillo una de las niñas está a los gritos:
-Si no me tratás con respeto voy a cortar la llamada.
Uff, mejor sigo con el nabo que me tocó, es preferible eso antes del loquito de “no entiendo la factura” ¿Nabo le dije? Uhh, me están contagiando. Ya están todos de mal humor, se dieron cuenta que el día hermoso se está yendo y ellos siguen acá adentro. En la ventana se ve algo que quizás sea un pedazo de cielo, oscuro bien oscuro.
-Gracias por llamar, hasta luego.
-Hasta luego.
-Uf, cómo me calentó la voz de esta  mina.

La gente se piensa que cuando separan el celular de la oreja automáticamente dejamos de escucharlos, se escucha todo señores, hasta que cortan.
-Mirá, yo me separé y estoy en medio de un tema legal con mi ex marido, pero tengo la clave de su cuenta, ¿Habría alguna manera de ver las llamadas que estuvo haciendo este mes?
Son un caldo de cultivo de historias, y yo una especie de espía. Si lo pienso, no son sólo un par de metáforas de alguien que le hubiese gustado quedarse en su casa tomando mate. Soy una informante de comentarios y momentos poco agradables, estúpidos, miserias y alegrías humanas. La llamada telefónica te da ese grado de anonimidad que a veces es bien aprovechada.
Ficho, abro la puerta de emergencia y empiezo a bajar los dos pisos hacia el aire fresco. Empujo la puerta de vidrio y salgo, es la tercera vez en esta semana que cortan la luz de la calle. No me da miedo, a una cuadra y media están las luces de la 9 de Julio. Avanzo entre penumbras, conociéndome los baches de la vereda de memoria, y de repente estoy en otra ciudad, en la época de la ley seca, peinada y vestida como lo estaría una espía mujer, en caso de que haya existido alguna en aquellos tiempos.
No hay nadie en la calle más que yo, ni siquiera perros o gatos que puedan acusarme, entro al callejón y saco mi petaca. Estoy a punto de darme un respiro cuando me sorprende Gordon.
-Sabía que te iba a encontrar por acá.
-Es mía, devolvémela.
-Dame un traguito…
-¿Tenés barriles en un depósito y a mí me querés andar robando una petaca? Sos un tacaño.
-Uff, te venía a hablar de algo, tengo algo bueno hoy a la noche, me dijeron que disparás bien.
-¿Querés que te muestre?
-No, linda, hoy a la noche, donde siempre, se viene algo grande. Smith dice que hay un espía, esta noche lo hacemos caer.
-¿Un espía? ¿Quién se va animar? Si le vendemos al alcalde…
-Mina tenías que ser, ¿No podés hablar un poco más bajo? Eso no se dice por la calle estúpida… lo que pasa es que desde que llegó Elliot Ness se está complicando todo.
-Es un hombre, todos los hombres tienen precio.
-No, este no. Hoy a la noche donde siempre… sabemos que trabaja con un colorado, el mudo sabe dónde encontrarlo.
-¿Vamos a darle un susto?
-No, ya perdimos mucha guita, esta noche terminamos con el colorado. Va a haber un regalito para vos…
-Algo más que una petaca espero…
-Jaja, si, el colorado trabaja con una pelirroja, se que a vos te gusta pelearte con minitas.
-No, a vos te gusta cuando me peleo con minitas.
-Me calientan esas cosas, como tu voz ponele. Va a estar fácil, en la entrada siempre está el larguirucho con pantalones ajustados, y a veces se queda hasta tarde la recepcionista que no ve nada sin sus anteojos.
-Fácil.
-Fácil, y después podemos irnos por ahí…

Gordon me besa, piensa que me gusta el muy idiota. Salgo del callejón, lo pierdo de vista, saco mi celular y llamo a Clara.
-Avisale a Damián, decile que esta noche van a atacar la oficina, dale la noche libre a Mariana y decile a Yasmin y a Manuel que estén preparados, saben que hay una espía.


Es feriado y el bondi no viene más. Se me ocurrió una historia re bizarra  para contar.

viernes, 4 de octubre de 2013

Ah, es viernes.

Hay chicas pintadas, con medias negras y polleras cortas caminando por el metrobús. Ah, es viernes ¿En qué momento de la vida dejé de darle importancia a los viernes? Quizás cuando empecé a tener franco los lunes… No sé, voy en contra del mundo, otra vez. Pero no hay nada de malo en eso, los domingos a las 22 horas, cuando todos están lamentándose que está por empezar el lunes, yo me pongo contenta porque sé que toca noche de películas, series, y dormir hasta cuando quiera. Ah, no, rindo el martes. Bueno, este domingo no voy a ser tan feliz.
Tengo la cabeza en Perón y en la ley de medios, pero la vieja. Me duelen los hombros “¿Qué mochila cargarás?” Me diría una amiga.
Escribo en el celu como ayuda-memoria unas frases sin mucho sentido ni conexión, ideas que se me ocurren a las 23.45, porque tengo ganas de vomitar y no tengo cuaderno.
¿Soy la única mina que le mira el culo a otras minas? ¿Homosexualidad latente? No, el que me conoce sabe que no, pero por ahí lo pensó alguna vez. Digo, ¿Quién tiene su primer beso con alguien del mismo sexo en preescolar?
Barney se enamoró de Robin, era la mejor noticia que me podían dar. Lo amo con todo el corazón. Enamorate de mí.
“No quiero ser el novio de Robin (…) sólo quiero estar con ella, escuchar sobre su día y contarle sobre el mío, quiero sostener su mano y oler su cabello, pero no, no quiero ser su estúpido novio.”
Hay una página de facebook que se llama adultecimientos, tengo todos, desde aconsejar a la gente a que se ponga un saco, pedir café de postre  y preferir juntarme a comer antes que a tomar, pero ya no me deprime, estoy viendo en TCM  una película que no conocía, Mel Gibson tiene como 35 años, significa que no llego a ser lo suficientemente adulta.
Sí, ya llegué a casa. Hamburguesas, Mel Gibson y el dolor de espalda.
-¡Qué laburante!
Me dice una de mis mejores amigas. Y bueno, gracias Perón por el aguinaldo y las vacaciones. Las pedí en enero, así que las voy a tener en febrero. Tengo que ir a OSECAC a darme de alta en la obra social. No tengo ganas, pero realmente, como dijo una rubiecita “me quiero enfermar tranquila”. No me enfermo nunca, pero cuando lo haga voy a estar 3 días en cama con anginas y me tengo que apurar antes de que eso pase…

Tengo muchas ganas de ver la película de Sebastián de Caro, si me vuelve a sonreír así, lo voy a invitar.