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domingo, 20 de septiembre de 2015

Buenos Aires y Pellegrini

Tengo la teoría no verificada que en las ciudades grandes cada vez es más difícil decir lo que sentís. Inclusive usaría la palabra caro. Tengo la teoría no verificada  que en las ciudades grandes cada vez es más caro decir lo que sentís. Expresamos la sensibilidad en lo privado, casi a susurros con personas a las que les pagamos por escucharnos, con amigos después de unas birras tratando de demostrar que no duele tanto o hasta lo escribimos, en lugares donde se transforma en público, pero sin que  nosotros estemos presentes físicamente para contarlo.

Escribo cuando estoy triste.

Una vez me preguntaron qué fue lo más loco que hice por amor, y después de pensar un rato y darme cuenta que no había hecho demasiado, contesté que abrí este blog. Podría haber dicho que viajaba casi 300 km para verlo, pero eso iba a venir después.

Hay una parte del desamor donde parece que aprendiste una verdad universal que te va a servir como herramienta para el futuro.

Todavía no llegué.
¿Por qué razono en base a herramientas? ¿No puede ser desamor y sólo eso?

Fui tirando los pasajes en micro a medida que sumaba más km de viaje. Los tiempos de guardar entradas de cine y envoltorios de regalos ya no corrían a los 25. Aprendí a dormir derecha para no quedarme con tortícolis y a usar doble campera porque el aire acondicionado de los micros sólo tiene nivel escarcha. El juego de todos los viajes era adivinar qué tipo de bandeja descartable me iban a dar; la premium tenía un mini pebete, un sanguche de miga y una chocolatada o un alfajor grandote (si probaste el chiquito...) y la versión bajón eran galletitas de agua con otras sabor yogurt.
La mayoría de las veces me despertaba llegando a San Nicolás y me quedaba en un estado semi somnoliento como si tuviera miedo de no bajarme a tiempo y que el micro volviera a Retiro conmigo arriba.

Todavía no decido cómo narrarte, como de-construirte y transformarte en palabras.

Un día decidí que estaba cansada de la arena, del tarjetero que me seguía invitando a la matiné por más que fuera generación del ´90, del mar marrón, de pifiarle a la pelota con la raqueta. La noche de la costa me quedaba algo repetitiva y ya había vuelto caminando suficientes veces por la arena con los zapatos en la mano. Tenía ganas de pisar descalza nuevos lugares.

Sólo conocés algo cuando lo tocás con los pies.

Eran épocas donde el log in, log out, headset, break, runner, team leader, softphone, next up, telemarketing, master reset y muchas estupideces más con nombres en inglés eran parte de un ecosistema naranja, agobiante como la humedad en Buenos Aires. Era parte de una cadena de montaje tan acelerada que tiempos modernos se transformaba en un juguete viejo. Eran tiempos en los que no escribía no porque no estuviera triste, sino porque no tenía tiempo.

Fue casi como cerrar los ojos y apuntar un destino con los dedos. Así viajamos y así te encontré.
Perdiste un micro y te tuviste que quedar un día más en un hostel, una pesadilla para los que dicen que todo es producto de casualidades.
Me dijiste que te encantaba Bob Dylan y yo imaginé que era  Bob Marley, y  eso nunca te lo dije.
Me empezaste a gustar cuando hablamos del rol de los medios y me dijiste que no eras peronista, y eso te lo conté después.

Y me gustaste más cuando contaste que tiraste piedras a la casa del Presidente de Central cuando se fue a la B.

Me hubiese gustado comprarte más regalos así habría presencias mías por todo el departamento, no te dejarían dormir y te dirían que estar con una porteña fue muy mala idea.

Porteña por accidente.

Me hubiese gustado que tuvieras una mascota, así todo lo lindo que siento lo extrapolaría a un animal simpático y no imaginaría tu cara. Me imaginaría unas patas en vez de manos y un quejido en vez de tu voz.

-Un primer beso en frente de un supermercado no es nada romántico.
-Un amor a distancia ponele que sí.

Me mostraste tu ciudad en cuotas, como si estuviera conociendo a una persona, como si estuvieras presentándote vos. Me guiaste por empedrados, parques, heladerías y monumentos. Me enseñaste juegos de mesa, de pc y me recordaste que comer en la cama está bueno. Yo te hablé con orgullo del conurbano, de una Avellaneda que parece no querer hacer otra cosa que fuentes. Te hice un análisis del por qué de mi ansiedad y me dijiste que cuando tenías mi edad andabas igual. 

El primer fin de semana no paró de llover y no nos molestó demasiado.

Todo se reduce a un conquistarse, ganarse y perderse. Siempre es distinto y también siempre es igual, lastima en las mismas partes de distinta manera.

Me dejaste con una camiseta de central, la mala costumbre de dormirme a las 3 a.m y una gripe que no se cura.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Nos tapó el agua

Somos eso que queda después de la inundación, baja el río y te das cuenta que en la vorágine de salvar lo imprescindible te olvidaste de lo importante, cuando queda en las paredes la marca de hasta dónde nos tapó el agua, cuando perdimos todo y nos rearmamos porque de eso se trata (dicen).
Hoy lo escuché de una desconocida en el bondi, tenía el pelo medio rubio y le hablaba a otra,  eran de esas minas que se suben a un bondi para hacer diez cuadras. Cuestión que la de pelo mal teñido le dice a la otra que amar es rearmarse. Y se me vino a la mente un mal jugador de tetris que nunca puede ir eliminando filas y se le arman huecos y se desespera porque le está por llegar una pieza larga horizontal y no sabe dónde quedaría mejor y aprieta mal las teclas y la hace bajar rápido y así con un cubo y así con la L y así con la otra L pero del otro lado y así hasta perder. Porque si hay algo que tiene amar es que no existe eso de borrar y empezar, porque siempre con algo te quedás. Somos como una especie de acumulación de lo que nos pasó y de lo que no.
Soledad tiene 24 y vive sola en un dos ambientes en Villa Crespo, tiene el pelo corto a lo varón porque un ex novio le dijo que largo le quedaba lindo y tiene un tic nervioso para limpiar la cocina porque donde vivió cuando era chica se llenó de cucarachas después de la primer inundación.
Cuando tenía 7 años quería tener un gato pero le regalaron una Barbie Rapunzel y un diario íntimo. A la Barbie le hizo un corte carré y en el diario íntimo escribió un cuento de un gato negro y el nombre del compañerito de banco que le gustaba mucho y no le daba bola.
Cuando tenía 9 años nació su único hermano y lo primero que hizo fue darle un beso en la frente por haberla salvado de la desgracia de ser hija única. El centro de atención se desplazó  casi instantáneamente y ahí sumó una segunda fobia, una necesidad histérica por los espacios personales. Casi como si los nombres lo designaran a uno o uno a los nombres, Soledad necesita de ese lugar propio que comparte cuando quiere y cuando puede, una burbuja protectora propia de Cáncer. Cree en  los horóscopos de los diarios del domingo porque siempre se contradicen entre sí y cuando termina la semana puede  combinarlos para encontrarles un sentido.
A los 12 le empezaron a gustar los chicos más grandes, y a los 15 el chico nuevo del grado le gustó tanto que se compró un motorola C115 para saltar de alegría con cada mensaje que él le contestaba. Le cerró tanto el perfil de extrovertido, del centro  de atención de la nada, que lo convirtió en el tipo de chico que iba a buscar siempre. A los 15 no se animó a avanzar y aprendió que la que se duerme queda en esa zona de amigos tan triste para hombres como para mujeres y se siente algo así como unas anginas con pus que son como muchos cuchillos en la garganta que son como ver a una amiga con el chico que te gusta porque nunca cantaste pri.
Entre los 16 a 18 dio muchos besos jugosos sin jugo ni sabor y a los 18 recién cumplidos le dijeron mi amor por primera vez. A los 19 supo que amor y pasión no eran sinónimos y que el amor se transforma en cariño cuando se extingue si es que es de los buenos. A los 21 le rompieron el corazón y se enfermó tanto que no se dio cuenta hasta que se lo volvieron a romper. Como buena hija de padres que nunca se separaron, dejó de creer en el amor para toda la vida y  se mudó a un lugar donde no se inundara, al 8vo piso de Villa Crespo.
La primer gran decisión de adulta fue dejar de ir al psicólogo para poder pagar la banda ancha con wifi y el cable. Se aprendió los diálogos de friends y empezó a comer más arroz que antes. El colchón sobre el piso fue más una decisión económica que estética, pero lo supo combinar bien con los pies descalzos y el mate de madera todas las mañanas.
Pero a los 8vos pisos también llega el agua. Le llamó la atención cuando le dijo que tenía una lista de palabras favoritas, no por lo que significaban sino por cómo sonaban. Podía ser tranquilamente un hacker que había entrado al disco D de su computadora, a la carpeta que dice blog 2014 y tiene una subcarpeta que dice textitos, donde hay una acumulación incoherente de oraciones que dicen que coger no es lo mismo que garchar. Como si se tratara de los cuentos de las mil y una noches, cada vez que lo veía le iba contando una palabra nueva de su lista de preferidas. La primera noche que se quedó a dormir hicieron una prepizza y dejaron un pequeño cementerio de cervezas al lado de la heladera. A oscuras y después de transpirar por una hora le tiró la primer palabra: cremoso. Soledad le sonrió a la oscuridad y le dijo que le gustaba mucho la lluvia pero le tenía miedo al agua. Él le dijo que a nadar se aprende y le pidió que no se durmiera rápido.   

La segunda noche fue de hamburguesas y gancia. De los Red Hot, Daft Punk y Artic Monkeys. Él, como un libro abierto le contó de su miedo a la muerte y de lo solo que se sentía cuando caminaba por la calle sin sus auriculares y su música. Para cortar con la solemnidad, o para seguirla, ella lo empujó suavemente sobre la cama y le empezó a decir cosas que no tenían que escuchar las paredes, algo del calor y la noche. Se desnudó en frente de la ventana sin miedo a que la vieran los vecinos y empezó un recorrido que terminó en una sonrisa ajena. Al oído y un segundo antes de que se durmiera en una cuchara entrelazada y mágicamente no incómoda, él le dijo una segunda palabra de la lista: travesura.

La tercer noche fue una despedida solapada con quizás, puede ser y hay que ver. Lo volátil de las ganas y espacios no encontrados se puede transformar en pequeñas angustias si no se maneja bien. Algo de mejor vivir el momento, en esta época de la inmediatez, los vistos en facebook y las últimas conexiones del guasap. Esta vez no hubo palabra favorita porque cuanto más cerca se está de conocer la lista completa, más cerca se va a estar de terminar con la fantasía. Mejor recorrerse un poco más para disfrutarse, sentir la piel nueva, el sabor a diferente, la voz que con el tiempo se olvida. Esa vez se quedó hasta el mediodía, se despidieron con un beso húmedo y él subió al piso 9 para volver a la rutina antes de que llegara su novia de viaje.




lunes, 25 de agosto de 2014

Transitorio

Hay algo que tiene el intenso que no lo tienen los demás, es algo en los ojos,  un brillo que anticipa a la pasión. El intenso sabe que hay curvas y prefiere subir bien alto, por más que en el fondo sabe, que cuando esté cuesta abajo va a ser mil veces más fuerte el tirón. Es en esos vaivenes que encuentra el placer narcisista de creerse distinto, de saber que prefiere una cadena de altibajos antes que vivir en la monotonía. Pero al final, sólo es alguien que pide a gritos lo mismo que quieren todos. Que nos quieran.

Transitorio

domingo, 3 de agosto de 2014

Turista

Una semana y media para cerrar un negocio del orto. Ir a Roma sin ir a Roma prácticamente. Conocer el paisaje desde el hotel. Practicar por un mes su italiano oxidado con una profesora con olor a humedad. Sonrisas falsas, chistes al argentino, el argentino que se los morfa todos y se calla. Es joven y está bien acomodado. Mira a la hija de Caffarelli y ella lo mira a él. En la cena ella le pregunta si tuvo la oportunidad de visitar el Coliseo, se lo pregunta en un español de España. Porque además de rica, rubia, flaca y linda, viaja mucho. Él para hacerse notar dice que no, que hasta ahora los negocios ocuparon todo el viaje. Hija critica a su padre enfrente de todos por su falta de tacto, y lo obliga a dejarle un día libre al argentino para que ella le haga de guía turística. Padre se ríe, acepta dejarle libre medio día.  Después de una mañana liviana, la italiana le muestra el Coliseo, la Fontana Di Trevi, el departamento que le compró su papá cuando cumplió 18, sus sábanas, su corpiño blanco y su desnudez europea. A Juan le dejó de importar que los negocios cubrieran casi toda su estadía, los chistes sobre argentinos y la comida de hotel, ya conocía una parte de Italia que un turista común jamás iba a conocer.  

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Olor a café con leche espumoso. Olor a madera vieja pero cuidada y olor a perfume de mujer conocido (conocido por él). Parecía una mezcla de flores, como si hubiesen cortado un par de pétalos de todos los colores y los hubiesen mezclado para que ella se los pusiera. Olor a angustia y ruido de tazas acomodadas en una bandeja por un mozo inexperto. Olor a medialunas de manteca. No, acá no se puede, más tarde. Que cuándo vuelve. En dos días ¿No te avisó? Que cómo le digo que en Roma está con otra sin parecer un mentiroso. No sé cómo hicimos esto si se conocen desde chicos. Que sin pintar es más linda. No sé qué quiero. Que no puedo dejar de pensar en lo que pasó y el otro boludo la caga cada vez que puede. No puedo tirar todo lo que tengo con Juan. Dejá de pensar un poco por favor.
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-Boludo es un camión la mina ésta, viene todas las noches al hotel.
-Ah, qué loco.
-El viejo es un hijo de puta, tengo ganas de cagarlo a trompadas. Si fuera un capo como Corleone bueno, pero es un hijo de puta.
-¿Cuándo volvés?
-En  dos días, me quiero morir.
-¿Vas a extrañar Roma?
-No, a la italiana pelotudo. A Valen le compro algo en el freeshop y listo, algún perfume, no sé.
-¿No tenés tiempo?
-Y no, si pierdo tiempo comprando...¡Ya sé! ¿Y si le comprás algo vos?
-Juan ¿Me estás jodiendo, no?
-Daale, si las mierditas esas con la torre inclinada están en todos lados.
-Abajo va a decir made in Argentina.
-Dicen todas made in Taiwán y te van a cobrar en pesos.

Analógica

Otra de esas historias de dos que se vuelven a ver

Analógica

martes, 29 de julio de 2014

Cerveza o té

Lo vi en tuiter y me pareció una mezcla de interesante barra gracioso barra lindo. Lo seguí, le respondí un tuit. No me faveó. Y no, si lo sigue tanta gente. Lo busqué en feisbuk y dudé, lo agregué. Me aceptó, le hablé, megusteó una foto mía. Hablamos más. Me pidió el guasap.

Ella es del tipo de gente que cuando escribe mide inconscientemente la cantidad de renglones en un párrafo. Esa gente que en la oración anterior hubiese puesto una coma. Esa gente que se horroriza ante un hiba en vez de reírse por el descuido. Esa gente que asocia palabras poco usadas en la cotidianeidad con escribir bien. Por más que no se diga nada, por más que sean sólo adornos. Encorsetada, desconoce lo que se puede hacer cuando se dejan de nombrar autores y escritores conocidos. Desconoce muchas cosas, pero de lo que sabe mucho es de estar sola. A ella le vamos a decir D.

Cada vez se puede fingir más. En los 90, si él quería hablarle, tenía que animarse a pedir un número y poner la voz. Si ella vivía con los viejos,él tenía que calcular algún momento del día que estuviera en  casa y la conversación con el hermano/padre (¿Está R.? ¿De parte de quién?) durara lo menos posible. Ella agarraba el teléfono y tenía que tratar de ser interesante, no interesada, sorprendida, pero no entusiasmada. Primero mesenger, después feisbuk con sus privados, tuiter, deeme, guasap. Todos solucionaron las cosas para las dos partes. Yo hubiese muerto si me hubiese tocado ser adolescente en los 90. Fue mil veces más fácil ser niña. Convertibilidad, barbis, casa de barbis, chiquititas, autos de carreras y pistas de fórmula uno. Porque sí, ya expliqué que mi viejo quería un varón, no lo voy a volver a repetir. Mis primeros intentos de nada fueron con mensajes de texto en un motorola C115 saltando en la pieza, porque el nuevo me había contestado y me había dicho que era linda. Sí, salté ¿Ustedes no? 

La primera vez que fue al departamento de Matías pensó que era igual a ella. Todo prolijo, todo limpio, todo tan... ordenado. Él admitió con orgullo que ordenaba los libros por autor y los cds por fecha y si, seguía comprando cds. Siempre le cocinaba lo que quería, tomaban vino y podía ver películas donde alguno de los protagonistas no terminara sangrando. No tenía medias tiradas, en la heladera había comida y antes de terminar de desvestirla ya se ponía el forro. Cuando ir se volvió rutina y ya no tuvieron más filósofos, sociólogos o escritores para discutir, cuando se sintió vacía, se puso a pensar que todo estaba siendo igual a la última vez, y a la anterior. Esa breve agitación por ser iguales, compartir gustos, ideas, frustraciones, esa sensación de verse reflejada en un espejo masculino se transformaba con el tiempo en un té frío a las cuatro de la mañana.

Cada vez se puede fingir más que no estamos nunca solos. Hay que configurar los grupos de guasap para que no te vuelvan loca. Vibración no es suficiente. Hay que sacarle el sonido. Y las conversaciones individuales que vibren por si alguien dice algo importante. Feisbuk tiene su propia aplicación de mensajería y ya te están rompiendo las bolas para descargarla porque si no lo hacés, en dos meses lo vas a tener que hacer si o sí. Y bueno, si me vas a obligar me la bajo ahora, mientras no es obligatorio, así siento que lo elijo yo. Tuiter no cambia tanto, ahí hacés lo que tu mamá te enseñó que no hicieras. Hablás con gente que ni le conocés la cara. Te metés a tamblers, instagrams y flasheás buena onda con alguien que escribe bien. Cuando dejás de mirar el bichito electrónico por unas cinco horas, se te llena de iconitos de todas las redes sociales, comentarios, etiquetas, arrobas, megustas. No estás sola. Estás en la cama con lagañas y no estás sola. Estás esperando que venga el bondi y no estás sola. Estás enfrente de alguien y no sabés cómo hablarle, porque es eso, te acostumbraste a mandar emoticones que expresan gestos, pero cuando tenés que usar la cara te sentís medio inútil y recurrís a una stella para descontracturar. Una o dos, o tres. Y funciona, y funciona muy bien. 

Y siempre termina mirando por la ventana los edificios, el tráfico, el frío, parada, con la taza de té en la mano y el pelo castaño casi sin despeinar. Es un desfile de Matías con barba, sin barba, con anteojos de distinto marco, uno atrás del otro, pero Matías al fin. El último Matías le dijo te amo por más que ella nunca le contestó verbalmente los te quiero. El último Matías está ahí durmiendo, con un ronquido suave, soportable, mientras ella sigue parada con ganas de irse. 

R. : Es un copado, es más lindo que en la foto. No sé cuánto tomé, me invitó a la casa y como le dije que no me acompañó a la parada del bondi.
Visto a las 04:21
D. : ¡Buenísimo! Parece copado, escribe lindo.
R. : Sí, y es re gracioso. Vos te quedaste en lo de Mati hoy?
Visto a las 04:23

Sí, se había quedado la primera vez y mil veces más, porque a la gente que no le gusta estar sola, le gusta pensar que haciendo lo mismo va a conseguir cosas diferentes.

viernes, 25 de julio de 2014

Taller literario

Volvimos a Historias para leer en el subte, más personajes sin nombre, más cosas para contar, hoy algo de un

Taller Literario