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martes, 29 de julio de 2014

Cerveza o té

Lo vi en tuiter y me pareció una mezcla de interesante barra gracioso barra lindo. Lo seguí, le respondí un tuit. No me faveó. Y no, si lo sigue tanta gente. Lo busqué en feisbuk y dudé, lo agregué. Me aceptó, le hablé, megusteó una foto mía. Hablamos más. Me pidió el guasap.

Ella es del tipo de gente que cuando escribe mide inconscientemente la cantidad de renglones en un párrafo. Esa gente que en la oración anterior hubiese puesto una coma. Esa gente que se horroriza ante un hiba en vez de reírse por el descuido. Esa gente que asocia palabras poco usadas en la cotidianeidad con escribir bien. Por más que no se diga nada, por más que sean sólo adornos. Encorsetada, desconoce lo que se puede hacer cuando se dejan de nombrar autores y escritores conocidos. Desconoce muchas cosas, pero de lo que sabe mucho es de estar sola. A ella le vamos a decir D.

Cada vez se puede fingir más. En los 90, si él quería hablarle, tenía que animarse a pedir un número y poner la voz. Si ella vivía con los viejos,él tenía que calcular algún momento del día que estuviera en  casa y la conversación con el hermano/padre (¿Está R.? ¿De parte de quién?) durara lo menos posible. Ella agarraba el teléfono y tenía que tratar de ser interesante, no interesada, sorprendida, pero no entusiasmada. Primero mesenger, después feisbuk con sus privados, tuiter, deeme, guasap. Todos solucionaron las cosas para las dos partes. Yo hubiese muerto si me hubiese tocado ser adolescente en los 90. Fue mil veces más fácil ser niña. Convertibilidad, barbis, casa de barbis, chiquititas, autos de carreras y pistas de fórmula uno. Porque sí, ya expliqué que mi viejo quería un varón, no lo voy a volver a repetir. Mis primeros intentos de nada fueron con mensajes de texto en un motorola C115 saltando en la pieza, porque el nuevo me había contestado y me había dicho que era linda. Sí, salté ¿Ustedes no? 

La primera vez que fue al departamento de Matías pensó que era igual a ella. Todo prolijo, todo limpio, todo tan... ordenado. Él admitió con orgullo que ordenaba los libros por autor y los cds por fecha y si, seguía comprando cds. Siempre le cocinaba lo que quería, tomaban vino y podía ver películas donde alguno de los protagonistas no terminara sangrando. No tenía medias tiradas, en la heladera había comida y antes de terminar de desvestirla ya se ponía el forro. Cuando ir se volvió rutina y ya no tuvieron más filósofos, sociólogos o escritores para discutir, cuando se sintió vacía, se puso a pensar que todo estaba siendo igual a la última vez, y a la anterior. Esa breve agitación por ser iguales, compartir gustos, ideas, frustraciones, esa sensación de verse reflejada en un espejo masculino se transformaba con el tiempo en un té frío a las cuatro de la mañana.

Cada vez se puede fingir más que no estamos nunca solos. Hay que configurar los grupos de guasap para que no te vuelvan loca. Vibración no es suficiente. Hay que sacarle el sonido. Y las conversaciones individuales que vibren por si alguien dice algo importante. Feisbuk tiene su propia aplicación de mensajería y ya te están rompiendo las bolas para descargarla porque si no lo hacés, en dos meses lo vas a tener que hacer si o sí. Y bueno, si me vas a obligar me la bajo ahora, mientras no es obligatorio, así siento que lo elijo yo. Tuiter no cambia tanto, ahí hacés lo que tu mamá te enseñó que no hicieras. Hablás con gente que ni le conocés la cara. Te metés a tamblers, instagrams y flasheás buena onda con alguien que escribe bien. Cuando dejás de mirar el bichito electrónico por unas cinco horas, se te llena de iconitos de todas las redes sociales, comentarios, etiquetas, arrobas, megustas. No estás sola. Estás en la cama con lagañas y no estás sola. Estás esperando que venga el bondi y no estás sola. Estás enfrente de alguien y no sabés cómo hablarle, porque es eso, te acostumbraste a mandar emoticones que expresan gestos, pero cuando tenés que usar la cara te sentís medio inútil y recurrís a una stella para descontracturar. Una o dos, o tres. Y funciona, y funciona muy bien. 

Y siempre termina mirando por la ventana los edificios, el tráfico, el frío, parada, con la taza de té en la mano y el pelo castaño casi sin despeinar. Es un desfile de Matías con barba, sin barba, con anteojos de distinto marco, uno atrás del otro, pero Matías al fin. El último Matías le dijo te amo por más que ella nunca le contestó verbalmente los te quiero. El último Matías está ahí durmiendo, con un ronquido suave, soportable, mientras ella sigue parada con ganas de irse. 

R. : Es un copado, es más lindo que en la foto. No sé cuánto tomé, me invitó a la casa y como le dije que no me acompañó a la parada del bondi.
Visto a las 04:21
D. : ¡Buenísimo! Parece copado, escribe lindo.
R. : Sí, y es re gracioso. Vos te quedaste en lo de Mati hoy?
Visto a las 04:23

Sí, se había quedado la primera vez y mil veces más, porque a la gente que no le gusta estar sola, le gusta pensar que haciendo lo mismo va a conseguir cosas diferentes.

1 comentario:

  1. No sé si es que lo tengo muy presente en este momento, pero me hace acordar a algo que dice Martín sobre la comunicación. Y sí, sirve para dejarnos en el lugar, para parar el movimiento y dejarte paralizado. Él tiene razón: nos aleja. Igual, también me cae bien X porque escribe bien, jaj
    Me encantó.

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